martes, 14 de noviembre de 2023

Eva Justin o la antropología del mal (I)

Eva Justin comprobando las características raciales de una mujer gitana, como parte de sus ''estudios raciales'' (Wikipedia)

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El personaje encuentra un nombre perdido en un relato de Ceija Stojka. Ese nombre es Eva Justin. En un primer momento, no sabe quién es. Solo sabe lo que le cuenta en el libro la pintora gitana que sobrevivió a los nazis. Resumen: Eva Justin, la antropóloga del mal.

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Diez años después, el personaje, cubierto de una manta para soportar el frío, se frota las manos buscando calor. Se le acabó el dinero. Todos los lujos fuera. Y la calefacción también. Tendrá que trabajar prácticamente aterido. En un par de semanas tiene que entregar un artículo para poder prolongar su beca. Vive en Berlín. Solo. Escribe una tesis sobre el legado macabro de Eva Justin.  

Atrás su tiempo tranquilo en el calor de España, su padre y su novia, que ya no lo es, y el retrato de la madre muerta, en la mesa pequeña donde casi nunca suena el teléfono. Su madre, rubia, delgada, la hija del militar. La que saltó por la ventana. La que no pudo aguantar el tormento de un futuro predestinado, medido al milímetro, como el rostro de aquellas gitanas que interrogaba Justin, la científica social que quiso diseccionar las razas.

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Vayamos al artículo. El personaje escribe sobre el papel que jugó la antropología social en las políticas represivas de los totalitarismos en Europa durante la primera mitad del siglo XX. Antropología y fascismo. Antropología y nazismo. Antropología y estalinismo. 

Eva Justin aparece en el texto, apenas pespunteada, a la sombra de Robert Ritter y Josef Mengele. Pero la sombra, en realidad, es la que arrastra él. El personaje se mira en el espejo del baño. Ha perdido peso y siente dolores fuertes en el estómago. No se alimenta bien. Sólo lee, estudia, escribe, pasa días enteros visitando archivos, dejándose la vista en cientos de páginas mecanografiadas con la tinta azulada donde se hundió la dignidad de un pueblo, Alemania. 

El personaje se mira, decía, en un espejo que no refleja la náusea, el miedo pegajoso que a cada tanto le aturde, no le deja respirar. Se afixia y no sabe por qué. O sí. Cierra los ojos para no verse. En esa oscuridad está todo.

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