miércoles, 15 de octubre de 2025

Centímetro a centímetro


Si hiciéramos el ejercicio de revisar los catálogos de las editoriales vinculadas al movimiento libertario en el Estado español, advertiríamos que apenas si se cuentan con los dedos de las manos los libros que pudieran tener una relación, siquiera tangencial, con el tema de la vejez. Centímetro a centímetro, de Eduardo Romero, es uno de ellos. Lo interesante de este libro, además, es que no es un ensayo, sino un libro ficcional que, sin embargo, pareciera una crónica exhaustiva de la relación entre un anciano y su cuidadora a lo largo de un día.

Una crónica, decimos, que deslumbra por su minuciosidad. Y elegimos deslumbrar adrede. Los viejos no suelen protagonizar historias en la literatura actual. Las obreras del cuidado tampoco y menos si son migrantes. Los viejos no venden, no aportan capital social… Los viejos y las viejas, sobre todo si son dependientes, han sido orillados de nuestras ficciones porque son todo lo opuesto a personajes con popularidad. Precisamente por lo anterior, cuando leemos este libro quedamos noqueados, deslumbrados, por la terrible luminosidad de este baile entre dos cuerpos. Luminosidad, sí, porque, a pesar de los pesares, a muchos, a muchas, nos sigue conmoviendo la transformadora humanidad de los gestos del cuidado.

Y si hablamos de cuidados, hablamos de cuerpos. Centímetro a centímetro es un libro donde los cuerpos del anciano y su cuidadora son los auténticos protagonistas del relato. Sus cuerpos y la relación entre ellos. Una relación pautada, además, por una rutina donde asegurar las funciones vitales del cuerpo envejecido, se convierte en el objetivo prioritario de la cuidadora. Por eso mismo, cuando leemos este libro tenemos la oportunidad de darnos cuenta de la maravillosa complejidad de acciones que, como seres humanos, ponemos en juego a diario mientras realizamos acciones tan primarias como dormir, comer o limpiar nuestros cuerpos. Y hablo de oportunidad porque, leyendo este libro es imposible no sentirse interpelado. Efectivamente, ese cuerpo lento, torpe, que se mueve con dificultad y al que le falta fuerza, será el cuerpo de muchos de nosotros y nosotras. Ese cuerpo arrugado, al que le cuesta tragar y que apenas si puede sostenerse en pie, será el cuerpo de muchos de nosotros y nosotras.

Y es que, queramos o no queramos, los datos están ahí. La esperanza de vida no para de crecer en occidente y nuestros cuerpos envejecidos duran cada día más. A pesar de que sean los cuerpos jóvenes, esbeltos, deseables, aquellos que copan casi todos los espacios, aquellos que protagonizan casi todas las historias, en la sombra, fuera del foco de las pantallas y las redes sociales, cada día seremos más las personas envejecidas, dependientes del cuidado de otras. Y esa es una realidad aplastante, que pocos quieren ver, y que parece no merecer la atención de prácticamente nadie. En este caso, como en tantos otros, la objetividad de los datos, en este caso procedentes de la demografía, parece no bastar para generar una conciencia activa que se antoja imprescindible para hacernos cargo de la situación.

Lo realmente preocupante de lo anterior es que ese desinterés es transversal. Como decíamos al principio, si ponemos el foco en las líneas de interés de las editoriales vinculadas al movimiento libertario, nos daremos cuenta de que apenas si nos interesa pensar la vejez. Pensar la vejez para impulsar debates que ayuden a generar herramientas de intervención política que mejoren la vida de los ancianos y ancianas. Pensar la vejez en el contexto del capitalismo del siglo XXI para advertir cuáles son los mecanismos que desvalorizan los cuerpos de las personas que ya no pueden producir ni consumir. Pensar la vejez para establecer alianzas entre todos aquellos sectores poblacionales prescindibles para el capitalismo e imaginar un futuro donde los valores subyacentes a la cultura del dinero no hegemonicen nuestras maneras de vivir.

A día de hoy, se antoja impostergable la necesidad de poner encima de la mesa ensayos, ficciones, crónicas… que contribuyan a posicionar los debates en torno a la vejez y el proceso de envejecimiento en el contexto del capitalismo postindustrial. En ese sentido, y aun siendo conscientes del eco limitado de los libros publicados por las editoriales del entorno libertario, no podemos perderle la cara a un tema que irá ganando fuerza con el paso del tiempo y en el que los primeros en posicionarse han sido los think tanks de las aseguradoras, los bancos y las grandes empresas, quienes han encontrado en la economía gris una oportunidad de negocio.

En definitiva, y recapitulando, Eduardo Romero teje en Centímetro a centímetro un relato inusual en la literatura actual; inusual y oportuno. Hablamos de una historia de plano corto donde las vidas invisibles de un anciano y su cuidadora adquieren un protagonismo que ilumina una parte de nuestras vidas que nos cuesta ver; una historia donde, junto a la fragilidad de nuestros cuerpos, asoma la certeza de que lo mejor que tenemos es el nosotros, el nosotras, el realismo salvaje de nuestra interdependencia. Leamos, pues, Centímetro a centímetro con la esperanza de que, en un futuro próximo, no sean pocas las historias a través de las cuales podamos pensar cómo queremos envejecer y qué sociedad queremos, también, para acoger los largos últimos años de nuestras vidas.

- Reseña publicada en el número 1 de la revista Esporas

No hay comentarios:

Publicar un comentario