domingo, 9 de julio de 2023

Verano sin vacaciones

 

i

Hace dos años conocimos a Ana Geranios en Voces del Extremo, el festival de poesía que anualmente organiza el poeta Antonio Orihuela en Moguer (Huelva). Fue allí donde nos regaló un texto autoeditado, encuadernado en anillas, que simulaba un block de comandas. Se trataba de un diario donde contaba su experiencia como camarera en un restaurante de Puerto Banús (Málaga). 

Ese mismo fin de semana, en los ratos sueltos que sacábamos mientras estábamos fuera de los recitales poéticos, leímos el diario. El caso es que nos gustó tanto que decidimos proponerle a Ana una edición convencional del cuaderno que amplificase su difusión. Es precisamente esa edición la que hemos publicado recientemente en la colección Libros del Borde de Piedra Papel: Verano sin vacaciones. Las hijas de la Costa del Sol.

 ii

A pesar de la montaña de libros que anualmente levanta la industria editorial, a pesar de la cantinela recurrente de que ya no hacen falta más libros, que se publica demasiado y bla, bla, bla, en Piedra Papel pensamos que seguimos necesitando como el comer ensayos sobre el mundo del trabajo que sean escritos desde abajo. En este caso, la misma mano que escribe es la que poco antes te ha puesto el café.

Me cansa bastante el discurso de algunos iluminados que no paran de repetir que la publicación de muchos libros está devaluando la literatura. Se publican muchos libros, sí. Muchos son una mierda, sí. Pero no se trata de eso. Se trata de que, a día de hoy, el acceso al mundo editorial es mucho más sencillo que antes. Esto, entre otras cosas, ha permitido que los que no han tenido nunca voz, puedan escribir y publicar más sencillamente. Y eso tiene sus consecuencias... Todo tipo de consecuencias. Quizá, la más inesperada, de la que nunca se habla, es que mucha gente que no recibiría nunca la bendición de los popes de la Cultura sancionada con mayúsculas, pueda escribir y publicar. Pues bienvenido sea. Y luego que uno lea lo que estime conveniente.

iii

A veces pienso que el catálogo de una editorial es como uno de los cuadros de escaleras de Escher; pues precisamente de esto último es de los que nos habla, también, Sergio Chesán en La literatura no es lugar para pobres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario