sábado, 27 de enero de 2024

El fecundo legado de Philomena Franz

Philomena Franz me mira desde el otro lado de la pantalla. Tenía una cita con ella desde hace bastante tiempo. Su libro ha sido uno de los que más me han sacudido de los últimos meses y no quería guardarlo sin anotar previamente unas líneas en el blog. Precisamente hoy se celebra el Día en Conmemoración de la Víctimas del Holocausto. Hoy, cuando las bombas no paran de caer sobre Gaza y el Estado de Israel prosigue con su limpieza étnica. Hoy, cuando buena parte de la población judía aplaude el genocidio palestino y otros tantos miran para otro lado, como si no fuera con ellos, exactamente igual que hicieron los alemanes cuando millones de judíos eran asesinados en las cámaras de gas. Hoy, cuando a pesar de las amenazas, la represión y el señalamiento público, no son pocos los judíos que alzan la voz contra el crimen y la ignominia.

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Llegué a Philomena Franz a través de otra mujer gitana, Ceija Stojka. Las dos pasaron por los campos de concentración nazis, las dos estuvieron al borde de la muerte, las dos sobrevivieron y las dos acabaron narrando sus vivencias en varios libros y documentales. Philomena Franz lo hizo antes, en un libro maravilloso publicado en España por Xordica: Entre el amor y el odio. Una vida gitana; en una edición al cuidado de la investigadora María Sierra, autora también de El holocausto gitano.

Medio millón de gitanos fueron asesinados por los nazis hasta 1945. La tragedia del pueblo romaní no recibió, ni de lejos, la merecida consideración que el holocausto judío. Lo cuenta María Sierra en el epílogo del libro:

Lo que sucedió en la posguerra con los sinti y los romaníes perseguidos por el nazismo fue muy distinto: la justicia alemana negó durante mucho tiempo que hubieran sido perseguidos colectivamente durante el nazismo por motivos raciales o ideológicos, considerando por el contrario que en la mayoría de los casos la detención habría sido realizada dentro de un legítimo combate gubernamental contra la delincuencia.

Terrible. Sin embargo, el valiente testimonio de mujeres como Philomena Franz y la lucha decidida de las asociaciones gitanas, lograron que el Porrajmos, el holocausto gitano, no fuera barrido de la historia. Aunque, a pesar de lo anterior, me sigue pareciendo increíble que apenas si podamos encontrar información en internet sobre Joseph Eichberger, uno de los principales instigadores del genocidio romaní, el doctor Ritter, antropólogo que jugó un papel clave en la elaboración de informes supuestamente científicos que justificaban la inferioridad racial de los gitanos, o el campo de concentración de Marzahn, destinado a recluir a la población gitana antes de la celebración de las Olimpiadas de Berlín de 1936.

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Philomena Franz escribe que cuando odiamos perdemos y que solo el amor puede salvarnos. Que una mujer como ella, que ha sido víctima de un odio desmedido e inhumano, afirme eso con tanta rotundidad, nos habla a las claras de la profunda humanidad de su legado, afirma la grandeza de su victoria contra el mal, pues, tal y como dice María Sierra, el campo de concentración pretendía deshumanizarlos, robarles su dignidad y su empatía, destruir los lazos sociales que tejen nuestra naturaleza, nuestra propia identidad de especie.

Veo a Philomena Franz en esa foto, mirando calmada a la cámara, con la belleza y la serenidad de una mujer gitana con la que no han podido, que pasó por el mundo sembrando paz, y solo puedo querer imitar su ejemplo, multiplicar sus palabras y tener presente siempre su manera de entender el mundo.

sábado, 30 de diciembre de 2023

Un cuchillo entre los dientes

 
António José Forte (1931-1988)

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En el sueño, un niño yo arroja un palo con toda la fuerza que guarda en su pequeño cuerpo. Un perro negro, grande, de apariencia bonachón, va corriendo hacia él. Tú sales corriendo en dirección contraria. Sabes que hay algo más... Mientras corres, te giras y ves al perro, que ya es otro, correr hacia ti con un brazo ensangrentado en la boca.

Despiertas de repente. Tienes veinte años y pareciera que llevaras durmiendo un siglo. Pero no es así. Te has pasado toda la noche trabajando en ese bar que te está quitando la vida y has caído en la cama, apenas dos horas antes, como si estuvieras muerto. Y quizás lo estás, te dices mientras cierras la cafetera como si fuera una bomba de mortero.

Pero cuál es tu trinchera.

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No sabes dónde te encuentras. Seguramente sea una biblioteca, pero ignoras cuál. Hojeas un libro. Te detienes en la página donde se reproduce un cartel de la Gran Guerra: un soldado alemán, con un cuchillo entre los dientes, se arrastra por el suelo sin dejar de mirarte... Será precisamente entonces cuando empieces a escribir aquel relato sobre el coleccionista de rostros deformes; una pasión secreta que oculta a su mujer y que, sin saber muy bien por qué, le hace sentir culpable. Una culpabilidad con olor a gas mostaza.

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Abres un libro un año después: «aquí estás tal cual / eres exactamente tú el perro joven que nadie esperaba»; los versos de António José Forte destellan en la penúltima noche de este año al que has llegado vivo y todavía sin miedo. 

Un cuchillo entre los dientes y otros textos. Un compañero de La Torre Magnética lo pone entre mis manos como si fuera un arma. Yo lo abro como quien le quita el pañuelo a una bola de cristal. 

Leo cada página con la sensación de haber sido bendecido con una suerte extraña, oscura y prodigiosa, que no acabo de entender, y que me hace salir indemne, si acaso algo magullado en las mejillas, tras leer estos poemas llenos de fuerza, magia y belleza.

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Miro al perro a la cara. Abre la boca y deja caer un brazo. Ladra. Se acerca a mí y le acaricio el lomo. No sé quién perdona a quién... El brazo, que primero fue palo, ahora es cuchillo y después serpiente. 

Te lo recuerda Forte: «Si todavía puedes oír la caracola de la infancia / oirás con certeza la señal de la partida». A qué esperas. 

martes, 14 de noviembre de 2023

Eva Justin o la antropología del mal (I)

Eva Justin comprobando las características raciales de una mujer gitana, como parte de sus ''estudios raciales'' (Wikipedia)

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El personaje encuentra un nombre perdido en un relato de Ceija Stojka. Ese nombre es Eva Justin. En un primer momento, no sabe quién es. Solo sabe lo que le cuenta en el libro la pintora gitana que sobrevivió a los nazis. Resumen: Eva Justin, la antropóloga del mal.

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Diez años después, el personaje, cubierto de una manta para soportar el frío, se frota las manos buscando calor. Se le acabó el dinero. Todos los lujos fuera. Y la calefacción también. Tendrá que trabajar prácticamente aterido. En un par de semanas tiene que entregar un artículo para poder prolongar su beca. Vive en Berlín. Solo. Escribe una tesis sobre el legado macabro de Eva Justin.  

Atrás su tiempo tranquilo en el calor de España, su padre y su novia, que ya no lo es, y el retrato de la madre muerta, en la mesa pequeña donde casi nunca suena el teléfono. Su madre, rubia, delgada, la hija del militar. La que saltó por la ventana. La que no pudo aguantar el tormento de un futuro predestinado, medido al milímetro, como el rostro de aquellas gitanas que interrogaba Justin, la científica social que quiso diseccionar las razas.

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Vayamos al artículo. El personaje escribe sobre el papel que jugó la antropología social en las políticas represivas de los totalitarismos en Europa durante la primera mitad del siglo XX. Antropología y fascismo. Antropología y nazismo. Antropología y estalinismo. 

Eva Justin aparece en el texto, apenas pespunteada, a la sombra de Robert Ritter y Josef Mengele. Pero la sombra, en realidad, es la que arrastra él. El personaje se mira en el espejo del baño. Ha perdido peso y siente dolores fuertes en el estómago. No se alimenta bien. Sólo lee, estudia, escribe, pasa días enteros visitando archivos, dejándose la vista en cientos de páginas mecanografiadas con la tinta azulada donde se hundió la dignidad de un pueblo, Alemania. 

El personaje se mira, decía, en un espejo que no refleja la náusea, el miedo pegajoso que a cada tanto le aturde, no le deja respirar. Se afixia y no sabe por qué. O sí. Cierra los ojos para no verse. En esa oscuridad está todo.

domingo, 15 de octubre de 2023

Dos mujeres

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Voy al trabajo. Aparco, me bajo del coche, cojo la mochila y salgo corriendo. Tengo cita con un investigador extranjero y no quiero llegar tarde. De camino, tiradas en un alcorque junto con restos de comida y ropa, encuentro tres fotos pequeñas, manchadas y muy combadas. Las cojo y las meto en mi mochila. No sé muy bien qué haré con ellas y tampoco pienso en ello, pero me las llevo a casa.

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Ha pasado una semana. Encuentro las tres fotografías en la pequeña carpeta donde guardo los papeles donde voy apuntando todas las tareas pendientes. Decido enseñárselas a unas amigas; son especialistas en archivos fotográficos y seguro que me sabrán decir cómo limpiarlas. Quedamos una tarde y se las muestro. Me dicen que las digitalice. Me explican un procedimiento sencillo de limpieza y las meto en un pequeño sobre negro. Esa es su mortaja ahora. Ya por la noche, en un receso de trabajo en la editorial, las miro de nuevo y me pregunto quiénes serán esas dos chicas que ahora me sonríen, pareciera que felices, enseñándome una pierna, invitándome a pensar que quizá no sea tan grave aquello que me preocupa.

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Limpio las fotos. Las digitalizo. El blanco y el negro se muestra con una viveza nueva. Quizá lleven razón, sí. Pienso en el libro del Tao, en los pasajes que cada noche leo con Araceli justo antes de dormirnos. No sé quiénes son estas mujeres y quizá no me importe, pero quiero creer que su sonrisa comunica un mensaje trasparente y limpio. Siento que puedo sacudirme el polvo, limpiarme los ojos y dejar que la ceniza se caiga al suelo, que nuble mis huellas pero no mi mirada. Quiero sentir la suerte de ser, de estar aquí, arropado, en este día luminoso, por el brillo del sol y el bullicio de la calle que se cuela por la ventana. 

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Hay angustia. Hay dolor. Hay un mundo que no es justo y hace daño y es cruel y pesa, pesa mucho a veces... Pero es el único que hay. Y no es pequeño, sin embargo, ese regalo. Me lo han dicho dos mujeres.   

miércoles, 4 de octubre de 2023

Editando a la contra: 10 años de Piedra Papel Libros

Os dejo por aquí el articulo que escribí para el número 60 de El Topo, periódico de los movimientos sociales sevillanos. Tuvieron la gentileza de interesarse por nuestro proyecto editorial y, sabiendo que este verano cumplíamos 10 años de andadura, nos pidieron un texto contando nuestra experiencia.

 
 Ilustración de José Luis Alcaparra

Editando a la contra: 10 años de Piedra Papel Libros

Hace 10 años, en un verano que recordamos tan tórrido como este, echó a rodar Piedra Papel Libros, un pequeño proyecto editorial, nacido en Jaén, cuya breve historia ejemplifica a la perfección el difícil camino de la edición independiente en el Estado español.

Nacida entre fanzines

Si tuviéramos que decir cuáles fueron los cimientos de la editorial, diríamos que una grapadora y una caja de grapas. Nada más. De hecho, si echáramos mano de algunos de los manuales para emprendedores de los que se pueden comprar en la Casa del Libro, podríamos concluir que no reuníamos ninguno de los requisitos mínimos para poner en pie una editorial medianamente seria.

Para empezar, no teníamos dinero para la inversión inicial. Tampoco teníamos ordenadores potentes ni formación relacionada con el manejo de los programas de diseño y edición imprescindibles para componer los libros. Por otro lado, apenas si teníamos contactos en el sector del libro y, lo peor, carecíamos de una idea de proyecto bien pensada y estructurada (líneas editoriales, posibles colecciones, canales de distribución y otros aspectos imprescindibles para el quehacer diario de una editorial).

Con estos mimbres, todo lo que podría salir mal debería haber salido mal… Pero no fue así. Y no fue así, precisamente, porque Piedra Papel nació como un proyecto sin miedo a desaparecer (nuestro lema es «no nos dan miedo las ruinas»); un desapego que, por un lado, nos hizo no tomarnos demasiado en serio y, por otro, favoreció que desde el minuto uno editáramos lo que nos diera la gana. Y esto último, a la larga, ha sido lo que ha garantizado la continuidad del proyecto, pues es lo que mantiene vivo el fuego.

En todo caso, la editorial arrancó bajo el designio punk del do it yourself. Ya no sólo es que apostáramos por el fanzine como el mejor medio para toparnos con el muro de la industria editorial, sino que, ya desde primera hora, pensamos que todo el trabajo de distribución tenía que partir de nosotros mismos. Una locura si tenemos en cuenta que, a día de hoy, es prácticamente utópico impulsar una iniciativa cultural vinculada al mundo del libro que pretenda sortear el tutelaje de las grandes distribuidoras comerciales.

Ventanitas a la historia secreta de los de abajo

Los primeros textos que sacamos tenían dos cosas en común: su brevedad y la especial historia de su producción. El orden reina en Berlín, de Rosa Luxemburgo, que fue nuestro primer fanzine al margen de COTARRO (un fanzine seriado del que sacamos 10 números), fue escrito de manera apresurada por la revolucionaria comunista, mientras permanecía escondida en casa de una simpatizante, pocas horas antes de ser asesinada por un grupo de freikorps. Y nuestra segunda publicación, El problema del poder en la revolución, fue la última conferencia que ofreció en público Andreu Nin, el dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), justo una semana antes de ser secuestrado y asesinado por los estalinistas.

A partir de entonces, pensamos que nuestro catálogo podía empezar a tomar forma si seleccionábamos textos cortos de calidad, no demasiado conocidos, que compartieran cierto espíritu insurgente y no perdieran vigencia con el paso del tiempo. En esa onda, nos permitimos el lujo de editar un cuento corto de Jack London, El mexicano, que cuenta la historia de un joven boxeador que pelea en defensa de la revolución, y dos traducciones cedidas por nuestro querido Canek Sánchez Guevara, nieto del Ché, que falleció en 2015: El espíritu corporativo, de Georges Palante, y Los vicios no son crímenes, de Lysander Spooner.

En realidad, y ya desde los primeros años de andadura de Piedra Papel, la historia social y el ensayo político han sido las dos bazas fuertes de la editorial. Textos breves, como decíamos, que poco a poco fueron ganando paginación y que siempre hemos querido acompañar de cubiertas sobrias, sencillas y atractivas, bien finalizadas a pesar de nuestra escasa formación en arte y diseño.

Momento crítico

Pasaron un par de años hasta que pudimos tener una decena de títulos con los que presentar nuestras primeras colecciones y mostrar a nuestros lectores cuáles iban a ser las líneas editoriales que marcarían el rumbo de nuestro proyecto. En ese tiempo, al margen de arrancar con nuestra colección de relato y con la de poesía, tuvimos la suerte de publicar dos títulos que nos dieron cierta proyección y permitieron que algunos medios de comunicación se hicieran eco de nuestro trabajo; nos referimos a Hartémonos de amor ya que no podemos hartarnos de pan. Sexología y anarquismo, de Layla Martínez, y sobre todo Contra el running. Corriendo hasta morir en la ciudad postindustrial, de Luis de la Cruz.

En ese momento, apenas si teníamos una decena de librerías que vendieran nuestras ediciones y la mayor parte de nuestras ventas provenía de las ferias del libro donde poníamos la mesa de la editorial, muchas de ellas vinculadas al tejido cultural ácrata. También contamos con el apoyo decidido y entusiasta de un pequeño grupo de lectores y lectoras que nos compraban todo lo que íbamos sacando y que, incluso, nos anticipaban dinero en concepto de preventa. Tampoco fueron despreciables los apoyos puntuales que nos permitieron cerrar algunas cubiertas y la inestimable labor de promoción de nuestros libros que, de forma desinteresada, hicieron algunos colectivos sociales, organizaciones sindicales y páginas de contrainformación.

Pero conforme el proyecto iba ganando cuerpo (el catálogo iba sumando títulos, aumentábamos la circulación de nuestros textos, ganábamos lectores y puntos de venta…), la marcha de la editorial iba exigiendo cada vez más horas de trabajo y llegó el punto en el que Juan, que asumió todo el curro de la editorial en los primeros años y cuyo oficio de archivero no le dejaba mucho tiempo disponible, barajó dejarlo a finales de 2016. Fue precisamente en ese momento cuando Araceli se sumó al proyecto, abriendo nuevas líneas de edición, mejorando el diseño editorial, consolidando los canales de distribución de nuestros libros y, en general, asumiendo una parte importante del trabajo que exigía Piedra Papel; lo que, al cabo, ya no sólo garantizó su continuidad, sino que propició un impulso que nos hizo plantearnos la posibilidad de hacernos un hueco en el mundillo de la edición independiente.

En definitiva, sería la incorporación de Araceli al proyecto de Piedra Papel la que posibilitó que, justo a la mitad del camino, se empezaran a sembrar muchas semillas cuyos frutos empezamos a recoger a día de hoy.

Nunca perder el foco de lo importante

Con el paso del tiempo, nuestra pequeña editorial ha ido cobrando forma y aunque seguimos siendo un proyecto muy pequeño, valoramos lo que tenemos porque —como decíamos antes— partimos de cero totalmente. A día de hoy, lucimos un catálogo con más de setenta títulos activos repartidos en siete colecciones (Libros del Borde, Serie Transhistorias, Cuentos Secuaces, Caja de Formas, Amarga Absenta, Fan de los Zines y SR). Junto a ello, hemos logrado consolidar una red de distribución propia con casi cien puntos de venta y seguimos estando presentes en un montón de ferias del libro y eventos culturales vinculados al mundo de la edición. Por suerte, además, contamos con un círculo de lectores y lectoras fieles, muy interesados en nuestras líneas editoriales y que son los primeros en poner en valor lo que hacemos públicamente; algo que valoramos de corazón, ya que logran que algunos de nuestros títulos funcionen, aunque sea a pequeña escala, por el boca a boca y las buenas críticas en redes sociales. Finalmente, hemos tenido la suerte de rodearnos de una tribu de autores y autoras con quienes guardamos una relación estrecha, generosa y colaborativa; un grupo humano del que aprendemos constantemente y que mantiene viva nuestra curiosidad, alimentando nuestras ganas de aprender y mejorar poquito a poco.

Llegados a este punto, lo importante —pensamos— de haber sentado las bases de un proyecto editorial como el nuestro, es haber intervenido políticamente en la sociedad en un momento histórico que consideramos especialmente crítico para el devenir de la humanidad y los ecosistemas. Y lo hemos hecho generando pensamiento antagonista, alimentando debates necesarios, contribuyendo a la memoria histórica, rescatando personajes olvidados, generando redes y, en definitiva, poniendo nuestro granito de arena en la lucha por una sociedad más justa y libre; una lucha, en el plano cultural e intelectual, que, como militantes del movimiento libertario, entendemos siempre ha de tener los pies en el suelo, siempre ha de estar integrada en un esfuerzo superior, real, por cambiar las condiciones de vida de las personas aquí y ahora.  

Redes de apoyo mutuo

Por otro lado, y más allá de cómo nos enriquecen las preguntas que nos vamos encontrando en el camino, una de las pocas respuestas que hemos cosechado en estos diez años de andadura es que no podemos hacer nada solos.

Efectivamente, pensamos que para tener sentido como proyecto editorial de inspiración libertaria, necesitamos trabajar por la consolidación de un tejido editorial autónomo, desobediente, estrechamente unido a las luchas de los movimientos sociales, que tenga como aspiración última intervenir en la sociedad en provecho de la mayoría social; un tejido cultural formado por lectoras, autores, colectivos, organizaciones, imprentas, editoriales, librerías, bibliotecas sociales, archivos, revistas, fanzines, periódicos, divulgadoras…, que, aprovechando su complejidad, amplitud y diversidad de enfoques, sea capaz de socializar ideas, estrategias y prácticas políticas que logren resquebrajar la hegemonía cultural del capitalismo.

Como no paran de repetirnos investigadores como Alejandro Civantos, autor en nuestra editorial de La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que los desposeídos y las desposeídas, entendieron que sólo era posible derrotar al Estado y al capitalismo si se le oponía un pueblo unido, fuerte y autoemancipado, cuya conciencia social habría de adquirirse bien lejos de las tabernas y los púlpitos; un pueblo que arrancaría de las garras del poder sus propias herramientas de liberación, construyendo un tejido cultural autónomo, independiente, igualmente soberano, donde el mundo del libro jugaría un papel clave. Y se pusieron a ello con toda la fuerza del mundo. Solo las armas y la represión más atroz, acabaron con ese sueño… Aunque, muy a su pesar, no lo consiguieron del todo.

Al fin y al cabo, ese antiguo sueño, el de amasar una cultura redentora, que detenga el proceso de alienación y nos aporte herramientas de análisis para comprender el mundo y, a partir de ahí, combatir la injusticia, sigue vigente a día de hoy. De hecho, somos muchos, somos muchas, quienes pasamos la vida, se diría que alegremente, en ese empeño cuyo final no acabamos de intuir nunca.

No quisiéramos despedirnos sin agradecer a los compañeros y compañeras de El Topo, que comparten barricada con nosotras, la posibilidad de contar nuestra pequeña historia en un medio tan necesario, tan bonito, como su periódico. ¡Gracias! ¡Ah! Y muchas felicidades, que un pajarito nos ha dicho que El Topo también celebra su décimo aniversario. ¡Larga vida!

sábado, 16 de septiembre de 2023

Diez años de piedra, diez años de papel

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El 10 es un número importante para Piedra Papel. Quizás, no sé, porque me recuerda al mismo nombre de la editorial: el 1 sería la piedra y el 0 el papel, alguno de los dos sería Araceli y el otro sería yo. Pero también por otras cosas. Diez fueron los números que edité de COTARRO, aquel fanzine con el que empezó nuestra pequeña aventura editorial. Y otros diez fueron los poemarios que formaron para de la colección Caja de Formas, también extinta ahora; una colección preciosa, pensada con acierto, que nos ha permitido juntar en un mismo juego a un buen puñado de poetas que admiramos.

El caso es que Piedra Papel Libros cumple 10 años de andadura y vamos a celebrarlo con nuestros autores, libreros, colaboradores y lectores más queridos. 

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Me asomo un rato al Diario de un editor de piedra (en otro tiempo llamado Diario de un editor lumpen), el blog que mantuve de manera intermitente desde diciembre de 2014 a diciembre de 2021, y, en cierto sentido, me alegra ver que algunos post siguen leyéndose bien. Quién sabe, a lo mejor sería interesante imprimir las entradas del diario, revisarlas un poco y, tal vez más adelante, plantearse una publicación en papel que pudiera ser útil, o al menos sugestiva, para quienes estén interesados en tirar para adelante con un proyecto editorial parecido al nuestro.

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Hace unas semanas me pasé un día entero escribiendo un artículo para un periódico que nos pidió un texto sobre la breve historia de la editorial. Aunque apenas si tenía tiempo y estaba bastante cansado, al final disfruté de su escritura porque, en cierta forma, hemos perdido la costumbre de pensar en el camino que recorren los proyectos que ponemos en marcha. Y más en un sector, como el del libro, que parece vivir de alimentar la máquina de novedades de manera compulsiva.

Quizá yo mismo tenga que aprender a pensarme como he pensado la historia reciente de mi propia editorial: con cariño, pero sin autocomplacencia. Y aplicarme el cuento de nuestros propios lemas: «no nos dan miedo lar ruinas» y «el futuro no está escrito, el pasado tampoco».

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Venga, que hay que ponerse en marcha... Quería un nombre que nos hiciera pensar en la dureza de las ideas, en cómo se pueden utilizar para luchar, aun en una situación precaria, y pensé en una bola de papel que, al lanzarla, pudiera atravesar un muro. Y aquí estamos, una década más tarde, con una piedra de papel entre las manos.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Ningún país fue para viejos. Sobre el origen del concepto «envejecimiento poblacional»

Después de terminar Edades de tercera (Descontrol, 2022), me quedé con ganas de ampliar algunas partes del ensayo relacionadas con el origen histórico de algunos términos, como «envejecimiento demográfico», que son claves para entender muchos debates actuales en torno a la vejez. Por eso me decidí a escribir este artículo que se publicó hace una semana en Ser Histórico - Portal de Historia

 
El sastre del pueblo (1894), Albert Anker

Ningún país fue para viejos.  Sobre el origen del concepto «envejecimiento poblacional»

1999 marca un hito en la estrecha y conflictiva relación entre la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la cuestión demográfica. El año previo a la finalización del siglo XX fue declarado Año Internacional de las Personas de Edad y fue el pistoletazo de salida a todo el trabajo de análisis estratégico emprendido por esta institución en relación al llamado envejecimiento demográfico[1]. Atrás quedaban los años oscuros en que la organización internacional, a través del Fondo de la ONU para la Población (UNFPA), se empleó a fondo para luchar contra la bomba poblacional de los países del Tercer Mundo (favoreciendo, incluso, la puesta en marcha de programas de esterilización masiva).

A partir de entonces, han sido muchos los estudios demográficos elaborados por la ONU; análisis rigurosos donde destacan las proyecciones de población para los próximos años. En estas proyecciones, por ejemplo, España aparece como uno de los países más envejecidos del mundo en el año 2050.

Sin embargo, estos datos no han servido para que las cuestiones relacionadas con el envejecimiento poblacional estén en la primera línea del debate público en nuestro país de forma explícita. Por el contrario, ha tenido que ser una cuestión sobrevenida la que ha favorecido, al menos durante un periodo de tiempo, que los problemas de la vejez y el proceso de envejecimiento hayan suscitado el interés de los medios de comunicación de masas; nos referimos, claro está, al episodio relacionado con el fallecimiento de miles de ancianos en las residencias a consecuencia de la gestión política de la pandemia provocada por el coronavirus.

Sin embargo, a poco que rasquemos por debajo de los titulares de prensa, nos daremos cuenta de que la cuestión del envejecimiento poblacional está detrás de muchos de los debates recurrentes de nuestra sociedad; debates como los relacionados con la dependencia y los cuidados, las residencias de ancianos, la supervivencia del sistema de pensiones, el sistema de salud público, los modelos de familia, la violencia contra los mayores, etcétera.

Por otro lado, el uso político, explícito y envenenado, del concepto de envejecimiento poblacional de las naciones occidentales, resulta clave para la articulación de los discursos de la extrema-derecha más radicales, como el vinculado a la tesis conspirativa del llamado Gran Reemplazo; una tesis con especial predicamento en países como Francia, Estados Unidos, Alemania y los países escandinavos.

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta el papel fundamental que el concepto de envejecimiento poblacional juega en buena parte de los debates actuales, resulta interesante plantearse cuál ha sido el proceso histórico que está detrás de la construcción teórica de este axioma de la demografía contemporánea.

Una historia de la Francia del XVIII y el XIX

Siguiendo las investigaciones de Patrice Bourdelais[2], reputado demógrafo francés que dirigió hasta 2018 el Institut des Sciences Humaines et Sociales (InSHS), durante el siglo XVII, debido al reforzamiento del proceso de centralización del Estado francés y al desarrollo de una administración que se pretendía más efectiva, por lo que tenía de fiscalizadora, la administración francesa favoreció la puesta en marcha de herramientas estadísticas de carácter demográfico que empezaron a utilizarse en las colonias y luego aterrizaron la metrópoli. El Marqués de Vauban (1633-1707) y Jean-Bastiste Colbert (1619-1683) tuvieron un papel protagonista en el impulso de estas medidas de análisis demográfico.

Hasta 1795, Francia fue el país más poblado de Europa, incluida Rusia. Sin embargo, a finales del siglo XVIII el control voluntario de la natalidad comenzó a practicarse de manera generalizada entre los estamentos más acomodados de la sociedad francesa. Una práctica que empezó a extenderse al conjunto de la población desde principios del siglo XIX. Teniendo en cuenta esto, en 1866 y en un contexto europeo marcado por la hostilidad franco-prusiana y la carrera imperialista, los territorios que en 1871 quedarían unificados bajo la bandera alemana, pasaron a superar en población a Francia, lo que sin duda pasó a formar parte de las preocupaciones de las élites francesas de finales del siglo XIX.

Fue entonces cuando un demógrafo, Jacques Bertillon (1851-1922), empezó a postular la teoría que problematizaba, en clave nacional, el aumento de la edad media de la población francesa provocado por el descenso de la mortalidad, el incremento de las tasas de población envejecida y el paulatino descenso de las tasas de natalidad. Según este razonamiento, la población francesa, es decir, Francia, se estaba haciendo más vieja, más débil y, por tanto, menos capaz de competir con las naciones rivales de su entorno. Una teoría que, dicho sea de paso, no escapaba al socialdarwinismo de la época y, entre otras consecuencias, favorecía la desvalorización social de los ancianos.

Natalismo patriótico VS. Neomalthusianismo obrero

Serían precisamente las propuestas teóricas de Bertillon, las que servirían de argumentario político a las organizaciones patrióticas —como la Alianza Nacional para el Crecimiento de la Población Francesa[3] que conformaron el muy activo lobby natalista francés.

Estas organizaciones, conectadas a un importante sector de las élites sociales y económicas de Francia, presionaron para el establecimiento de políticas públicas que incentivaran la natalidad y limitaran la contracepción, con el objetivo, según ellos, de frenar el debilitamiento del país provocado por el proceso de envejecimiento demográfico.

Como no podía ser de otra manera, la intervención política de estas agencias acabó por colisionar frontalmente con aquellos sectores, intelectuales y sociales, que ya a principios del siglo XX defendían las tesis neomalthusianas[4]. Estas últimas abogaban por enfrentar el problema de la pobreza de las familias obreras a través de la procreación consciente, lo que, entre otras cosas, implicaba una apuesta por la separación entre sexo y reproducción, el fomento de la educación sexual y la socialización de toda una serie de valores que, finalmente, favorecían la autogestión de la salud de la clase trabajadora[5].

Hay que tener en cuenta que fue en 1896, en el mismo año en el que se creaba la Alianza Nacional para el Crecimiento de la Población Francesa, cuando nacía la Liga Neomalthusiana francesa, que solo cuatro años después, en 1900, impulsaría el primer Congreso Neomalthusiano Internacional, celebrado en París. Un congreso que, a la postre, resultó clave para la difusión del ideario neomalthusiano. De hecho, fue poco después, en 1904, cuando se creó la Liga Neomalthusiana Ibérica, impulsada por el médico anarquista catalán Luis Bulffi de Quintana (1867-192?). Según Layla Martínez, en 1905 esta liga ya contaba con treinta y seis secciones, distribuidas por toda la península, que «realizaban labores de educación sexual y de difusión de las tesis de procreación consciente, poniendo especial énfasis en los métodos anticonceptivos y en la necesidad de que las mujeres decidieran sobre sus embarazos[6]».

Hablamos, por tanto, de todo un despliegue de propuestas que, en buena medida, fue factible gracias al papel jugado por publicaciones periódicas como Salud y Fuerza, Iniciales, Generación Consciente o, ya a partir de 1927, Estudios; periódicos y revistas de cuidada edición, tiradas generosas y amplia distribución que, como revelan los trabajos de investigadores como Alejandro Civantos[7], formaron parte de la pléyade de cabeceras que animaron el riquísimo universo cultural del anarquismo ibérico del primer tercio del siglo XX.

En la práctica, desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, asistimos a la pugna, también en el terreno de la demografía, de dos modelos sociales antagónicos. El primero, representado por el patriotismo natalista, tomaba como referencia a la nación francesa y, partiendo del por entonces balbuceante concepto de envejecimiento demográfico, abogaba por la puesta en marcha de medidas que favoreciesen el aumento de la natalidad y, por ende, contribuyeran al descenso de la edad media de la población francesa; algo que, por un lado, pretendía garantizar la primacía de Francia en la carrera imperialista (lo cual satisfacía los intereses del ejército y los grandes industriales) y, por otro, alimentaba el argumentario religioso que perseguía la contracepción y la educación sexual.

Frente a ello, el movimiento neomalthusiano, en especial el de inspiración ácrata, tomaba como referente a la clase obrera internacional y pretendía divulgar entre los trabajadores y trabajadoras la idea de procreación consciente. Esta propuesta, que aspiraba a convertirse en una herramienta más en la lucha contra la miseria obrera[8], abría un horizonte emancipatorio para las mujeres y, de manera lógica, se insertaba a la perfección en un movimiento integral, como el anarquista, marcadamente internacionalista, antibelicista y enemigo acérrimo del poder político de las instituciones eclesiásticas.

Reverberaciones políticas actuales

Tal y como indica el demógrafo Julio Pérez Díaz en su blog, Apuntes de Demografía, a pesar de que el aumento de la edad media de la población había sido problematizado mucho antes del siglo XX, sería en 1928 cuando el prestigioso demógrafo Alfred Sauvy (1898-1990) —que posteriormente sería conocido por acuñar el término Tercer Mundo— empezó a utilizar de manera prolija la expresión «envejecimiento progresivo» de la población; una idea que, ya en 1946, facilitaría la aparición y normalización del término «envejecimiento demográfico» a través de su uso en la revista Population, una de las publicaciones periódicas sobre demografía más prestigiosas a nivel internacional.

Casi 80 años después, el término envejecimiento poblacional, libre de polvo y paja, se sigue blandiendo como una espada por aquellos actores políticos que, mientras alertan del “ocaso de Europa” (denunciando la “invasión migratoria” y la supuesta desaparición de los valores del cristianismo), ignoran las consecuencias del imperialismo occidental, aplauden las políticas neocoloniales que expolian a los países periféricos y, para más inri, promueven las medidas económicas de carácter neoliberal que precarizan la vida de los jóvenes, contribuyendo con ello al desarrollo de las condiciones generales que dificultan la natalidad y, por tanto, favorecen el aumento de la edad media poblacional[9].

Por otro lado, buena parte de las propuestas del movimiento neomalthusiano, incorporadas —como veíamos anteriormente— con especial predilección por el anarquismo internacional a su fecundo acervo de prácticas de intervención política, han permeado en otros movimientos sociales, como el feminista, que las hicieron suyas desde su conformación, desplegándolas de forma autónoma y, en no pocas ocasiones, ignorando su genealogía obrera y libertaria.

Finalmente, el anarquismo actual, que antaño pareció interesarse por todo aquello que condicionaba la vida de las clases populares, parece haber dado la espalda a la reflexión teórica en torno al tema capital de la demografía; ignorando, quizá, la acuciante necesidad de incorporar su imaginario humanista y su enfoque revolucionario al debate político en torno al futuro de la población mundial. Un futuro, como siempre en pugna, donde no solo se ven amenazados los códigos culturales que contemplan la inalienable dignidad de las personas mayores, sino también las mismas bases de la vida humana sobre la tierra.    

 


[1] Para no extendernos mucho, diremos que el envejecimiento demográfico es el concepto que alude al aumento de la media de edad de una población determinada. Asociado a la modernización del régimen demográfico, es una de las características de la demografía de los países desarrollados.

[2] Para el artículo que nos ocupa, hemos seguido fundamentalmente uno de los interesantes trabajos de Bourdelais, «Las claves históricas del natalismo. Francia, siglos XVII-XX», incluido como capítulo en Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos, Isidro Dubert y Antía Pérez-Caramés (coordinadores). Catarata. Madrid: 2021.

[3] Fundada en 1896, el propio Jacques Bertillon fue uno de los fundadores de la Alianza. Su capacidad de influencia en política francesa será innegable, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX. La aprobación del llamado Código de la Familia (1939) fue una de sus grandes victorias. 

[4] Para un acercamiento a la relación entre neomalthusianismo y movimiento obrero, especialmente el de inspiración ácrata, recomendamos los trabajos de Eduard Masjuan; sobre todo, La ecología humana en el anarquismo ibérico (Icaria, Barcelona: 2000).  

[5] Será este el momento en el que corrientes como el higienismo o el naturismo empezarán a tener cada vez más predicamento entre las clases trabajadoras, sobre todo del sur de Europa.

[6] Hartémonos de amor ya que no podemos hartarnos de pan. Sexología y anarquismo. Layla Martínez Vicente. Piedra Papel Libros. Jaén: 2014.

[7] Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero (1917-1931), editado por la FAL en 2017, y La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), publicado por Piedra Papel Libros en 2022, son dos de los trabajos de Alejandro Civantos que abordan la dimensión cultural del anarquismo ibérico.

[8] A pesar de que el movimiento neomalthusiano tuvo una clara influencia en el movimiento libertario a nivel internacional, también hubo sectores del anarquismo que, por diversos factores, se opusieron a sus tesis. Para rastrear, por ejemplo, el antimalthusianismo de Kropotkin, recomendamos la lectura de «Eugenesia y anarquismo en el primer neomalthusianismo libertario barcelonés, 1896-1915», de Álvaro Girón-Sierra, en História, Ciência, Saúde – Manguihos, Río de Janeiro (Brasil), v. 25, supl., ago. 2018, p. 87-103.

[9] Un certero acercamiento a las causas de la baja natalidad en España lo encontramos en «Las causas de la muy baja fecundidad en la España actual», Teresa Castro-Martín, Teresa Martín-García, Julia Cordero, Marta Seiz y Cristina Suero, en Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos, de Isidro Dubert y Antía Pérez-Caramés (coordinadores). Catarata. Madrid: 2021.

sábado, 26 de agosto de 2023

Pianos, pinceles y cartas de amor: algunas notas sobre el amor/vida y el amor/muerte

Joaquín Sorolla (1863-1923) y Clotilde García (1865-1929)
 
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«Eres mi carne, mi vida y mi cerebro». Eso es lo que le escribe Joaquín Sorolla a su mujer en una carta. La materialidad de su amor, su corporalidad, se aprecia también en la foto de arriba. Son viejos, pero el puente que conecta sus vidas —de amantes, amigos y compañeros— se mantiene intacto, a salvo de la carcoma. Escribo en presente como una forma de homenaje.

En todo este tiempo, desde que iniciaron su relación, en 1897, hasta el momento de la fotografía, poco antes de la muerte del pintor, Clotilde ha hecho todo lo posible por hacer de Joaquín Sorolla un reputado artista, de trayectoria consagrada y bien retribuido, cuyo prestigio alcanzará dimensión internacional tras finalizar el encargo de la Hispanic Society de Nueva York. 

La cartas que se cruzan en los largos periodos de tiempo en los que el pintor está fuera de casa, dan cuenta de la viveza de su relación. Una larga historia de amor que, como todas, no está exenta de problemas, incluidos los reproches mutuos, pero que al cabo se levanta como un muro infranqueable contra la falta de sentido y las distintas formas de padecimiento que planean sobre la vida humana.

Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) y Antonina Miliukova (1848-1917)
 
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En la foto, cada uno gira la cabeza para un lado distinto. Tchaikovsky, que ni siquiera sonríe, es el único que mira a la cámara. A pesar del libro en la mano, su expresión es contenida y seria, como si quisiera marcharse del estudio cuanto antes. Antonina se muestra más relajada, pero su trémula sonrisa pareciera delatar su miedo. El miedo a no ser amada. El miedo a perder la vida persiguiendo a un genio que de puertas para adentro es un déspota, un pusilánime y un interesado.

Me dejo llevar por la versión de La mujer de Tchaikovsky (Kirill Serebrennikov, 2022) y me acabo preguntando hasta qué punto pasarte la vida ocultando tu condición sexual, te da derecho a pisotear la vida de otra persona. Imagino el dolor, atragantando el día a día de Antonina Miliukova, mujer brillante y al final desesperada, que pasó veinte años en el manicomio y murió poco después de que los revolucionarios rusos hicieran abdicar al zar.

Escucho el Concierto para piano y orquesta número 1 del compositor ruso mientras escribo este post y la verdad es que ya no me suena igual. Es una sensación física. Cierro los ojos. De mis oídos se escurren dos gotas de sangre.  

martes, 15 de agosto de 2023

La indeleble impronta de lo que desaparece

Bob Kaufman, San Francisco (Estados Unidos). 1959 ca. Fotógrafo desconocido.
 

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«Entonces escuchas esas palabras que Bob Kaufman le dijo a su editor poco antes de morir: "Quiero ser anónimo, mi ambición es ser completamente olvidado"». Leo esto en Metafísica del aperitivo, de Stéphan Lévy-Kuentz, un libro aburrido que, al menos para mí, sólo se salva por las citas de otros autores que va incorporando en el texto a cada tanto. Y vuelvo a darle vueltas a todo lo que hay asociado al deseo de posteridad.

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Pienso en qué hay detrás de ese deseo de permanencia... Y me pregunto cuánto ego se oculta detrás del ánimo de perdurar tras nuestra muerte. Un anhelo de inmortalidad que quizá tenga que ver con la pulsión de muchos escritores que metieron la cabeza bajo tierra y se dedicaron durante toda su vida a poner en pie una obra literaria que les sobreviviera. Un esfuerzo, casi siempre ingrato que, además, no suele obtener premio; porque hablamos, en la mayoría de los casos, de vidas malgastadas por el afán suicida de pasar a la historia.

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Suelo ir casi todos los veranos a la playa y siempre acabo reparando en la belleza de las huellas al desvanecerse en la arena tras la batida del mar. La belleza de lo que desaparece sin dejar rastro... La belleza de quien camina sin darse la vuelta nunca, sin pensar qué hay más allá de la siguiente curva. Quizá de esa idea nazca el principio de responsabilidad, no de la contraria. Reconciliémonos con el vilipendiado presentismo. Si somos conscientes de la magnitud del regalo que conlleva la existencia, se me antoja complicado perderle la cara al compromiso con el presente; un compromiso que, pienso, resulta incompatible, no con la idea de trascendencia, sino con el egoísmo del que parte el anhelo de que nuestras creaciones no se acaben convirtiendo en polvo.

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Eso precisamente: la huella que desaparece bajo el abrazo inmisericorde del oleaje; su indeleble impronta.