jueves, 25 de abril de 2013

No la mujer de Panero, ni la madre de los Panero, ni siquiera Felicidad Blanc, sino la otra, la de los sueños

Esa señora se coló la otra noche en mi vida. Entre sueños, después de ver El desencanto, no la señora de Panero ni la madre de los Panero ni la viuda joven y rica que paseaba Leopoldo María, sino la otra, la que no es ni por asomo viuda, ni por asomo joven, ni madre ni rica ni mujer de poeta, sino otra mujer, la de las fotos, la que viaja por mis sueños y veo dormir entre las ruinas y escucho recitar mientras mi corazón bombea una extraña mezcla de deseo y extrañeza. La que no se llama Felicidad Blanc.

Esa mujer, que no señora, que ya tampoco musa sino mujer a secas, la de los sueños, tiene una marca en las rodillas y quisiera creer que la persigo de lejos, acudo a sus recitales y me presento así, como el que no quiere la cosa, en la puerta de su trabajo y en la tienda donde compra manzanas y en el parque donde pasea su mirar sereno, sus labios tranquilos, sus pasos sin prisa.

No, la verdad es que no sé qué es lo que hace esa mujer nevada, allá en las cocinas de mis sueños, ya casi de día, y una vez tras otra. No sé si querrá decirme algo, darme un consejo o quizás leerme ese poema que hablaba de aquellas hormigas que corrían por el cuerpo de la joven desnuda. Da igual. Seguro que esta noche esa mujer, la de la foto, la que sonríe sin saber a quién lo hace, la que aparece en una esquina en plena madrugada y no me suelta, la que recita esos poemas que hacen que despierte con sabor a polvo en la garganta, seguro que esa mujer -digo- vendrá esta noche a visitarme. Ella pondrá el tablero y las piezas. Miraré sus manos. Estarán limpias y tal vez frías. Y sin hormigas. Y sin presagios.  

4 comentarios:

  1. No sé si serà la misma mujer de tus sueños, pero esa mujer que te ronda vive también en mi imaginario. Y no sé si soy su cuarto hijo o soy lo que los otros tres nunca llegaron a ser. Tuve ocasión de conocer y hablar con Leopoldo María y creo que entendí su locura.

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  2. En todo caso, Enric, serás su quinto hijo, porque el cuarto soy yo. Hablamos entonces de un rollo fantasmal edípico.

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    1. Siempre es arriesgado acudir al lugar común edípico, quizá el más poblado de fantasmas, pero es la impresión que saqué de la película. En tu caso no me atrevo a especular sobre cosas tan serias. En el mío, te aseguro que como poco en casa vivía Yocasta. Pero bueno, en el zurrón siempre hay que llevar algo más que pan seco y queso, porque de llevar alguna carga no nos salva nadie.

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    2. Ah, ningún problema en ser el quinto: por encima de todo hay que mantener la concordia. Iba a decir que no soy celoso, pero eso es un recurso barato que una buena tragedia no aceptaría nunca.

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