sábado, 13 de julio de 2024

Eva Justin o la antropología del mal (II)

  Eva Justin [Loli Tsechei] en un campamento romaní de Austria

 «Temo que Auschwitz solo esté durmiendo»

Ceija Stojka

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Sonriente, perfumada, bien vestida. Zapatos limpios y piel blanca. Así, con esa pinta intachable, siempre cargada de regalos fruslerías para las mujeres, caramelos para los niños—, se presentaba Eva Justin en los campamentos gitanos de Austria. Pero su nombre, cuenta Ceija Stojka en Esto ha pasado, no era ese. O al menos no era el nombre por el que se la conocía. Porque la llamaban Loli Tsechei.

La mujer de los dos nombres lograba hacerse amiga de las mujeres del campamento. Les llenaba la cabeza de palabras que no conocían y les pedía favores. Que le respondieran a unas preguntas. Que le mostraran las manos. Que le dejaran ver cuál era el color de sus ojos. Que se cortaran un mechón de pelo. Que les dejara medirles algunas partes del cuerpo.

Si hubo sospecha detrás de aquellas peticiones, jamás lo sabremos a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que los gitanos tenían miedo. Desde 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, la población romaní fue obligada a concentrarse en varias zonas determinadas por las autoridades; campos rodeados por alambradas bajo vigilancia policial. Del campo solo salía y entraba a su antojo una mujer paya: Eva Justin.

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Nuestro personaje, el investigador español que vive en Berlín, sigue sin blanca y pasa frío en una pequeña habitación del extrarradio de la capital germana. También teme la noche. Cada día le asedia la misma pesadilla: su madre le llama al teléfono y él no se lo coje; luego la ve acercando una silla a la ventana, subiéndose a ella, mirando el abismo, saltando sin pensarlo mucho... Es lo que quiere olvidar. 

Esa mañana repasa algunas notas de lectura. Quiere saber cuál fue la secuencia exacta. Cómo Eva Justin se ganó la confianza de las gitanas. Cómo realizó sus ejercicios antropométricos. Cómo elaboró una teoría racial en base a ellos. Cómo su trabajo, pretendidamente científico, justifico la persecución, arresto y posterior asesinato de miles de gitanos, incluidos niños y niñas. 

Cerca de medio día, escucha un ruido fuera, en la calle, y sube la persiana. Un grupo de jóvenes de Alternative für Deutschland, acompañados de un furgón con megafonía, anuncian para esa noche la celebración de un mitin electoral. Nuestro personaje cierra la ventana y retoma el trabajo, aunque le resulta difícil volver a concentrarse. Y si Auschwitz solo estuviera durmiendo, murmura para sí.

iii

Eva Justin saca un caramelo del bolsillo, se lo entrega a un niño. Luego pide una silla, le dice a la madre del niño que se siente en ella. Saca entonces un aparato extraño y le mide la nariz, le mide las orejas, le mide la distancia entre los ojos, le mide la frente, le mide otras partes de la cabeza. Cuando guarda sus instrumentos, lo apunta todo en una pequeña libreta negra y vuelve a su casa. Con todas esas notas, escribe un cuento. Es un cuento de terror. La historia que cuentan los policías de la Gestapo para arrestar a los gitanos, para llevarlos a los campos, para esclavizarlos, para matarlos en las cámaras de gas. 

Ceija Stojka se libró por poco.

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