domingo, 3 de mayo de 2015

El niño, la poeta y el pintor

Mascha Kaléko (1907-1975)
i

El diario de las obsesiones crece. Ahora se trata de mantener la calma y controlar la náusea. Es algo distinto esta vez: no ves al ciervo tirado en la esquina, temblando casi exhausto, sino al niño ciego que tantea por el pasillo queriendo saber más. Pero las obsesiones... En el sueño la poeta deambulante, su mirada inteligente oteando lo que hago detrás del cristal de la cafetería antigua. Entra. Nos intercambiamos un par de cuadernos. El mío está lleno de poemas breves que pretenden ser certeros. El suyo, sin embargo, solo tiene dibujos a lápiz de un autor que, aparentemente, creo conocer bien. Es Otto Dix

ii

Él no aparece, claro. Su historia apenas se pergeña en un par de anotaciones hechas en una libreta vieja que por ahí anda perdida. Yo también quise escribir con la mirada puesta en el desastre consiguiente a la Gran Guerra. Pero ya no. Mi gran guerra ganó también su sitio y entonces fue imposible darle espacio a la ficción. Ya no bastaba con imáginar y tener ganas. El sueño del escritor se derrumbó cuando la pesadilla tomó cuerpo y las manos se retorcieron -como en un cuadro de Schiele- incapaces de escribir con claridad cuatro palabras. Volvamos al sueño.

iii

Otto Dix (1891-1969)
El niño ciego avanza tanteando por el pasillo a oscuras. Su madre, Mascha Kaléko, le sigue lentamente por detrás. Sus libros han sido quemados en la hoguera y sus versos, melancólicos y urbanos, parecieran resguardarse del espanto sumergidos en el sueño de los jovenes poetas neoexpresionistas. En tu cuaderno demuestras que conoces el destino que le espera al niño. Tienes un dibujo de Otto Dix tatuado en la garganta y Mascha Kaléko te sabe entre los suyos. En el sueño, poco antes de acabar, le has ofrecido protección con un pequeño gesto, sin duda estúpido, que ella te ha sabido disculpar con elegancia. Se despide regalándote un poemario de Georges Trakl. Ya no recuerdas nada a partir de ese momento. Solo quedó prendida su media sonrisa, sabia e interrogante, brillando en la memoria bajo el sol de esta mañana cálida.

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