En el sueño es de noche. Ella
camina delante de ti, pero ni siquiera ves su espalda. Hace frío y tienes un
mal presentimiento. La angustia te hace caminar despacio. Ella se aleja.
Recuerdas la vieja pesadilla intrusa. Un sueño dentro de otro, dices. A
los lados, no se ve nada. La antigua compañía abandonó hace ya tiempo. Saliste de
la guerra solo. Finalmente, pierdes de vista tu propio camino. Ella no está. Y
tú tampoco.
En el sueño es de noche. Has
tenido el valor de caminar entre las bestias y la suerte de salir indemne. Por ahora. No sabes qué es lo que te acecha
entonces. El animal informe aguarda su oportunidad postrera. Te abres paso entre
malezas. No ves nada y las espinas se te clavan en la piel a cada tanto. Solo
quieres vivir. Es el instinto. Al cabo de unas horas, detrás de una arboleda,
intuyes una mancha más negra que la propia oscuridad. Te acercas. Pones un pie.
Y luego el otro. Algo se parte. Caes.
En el sueño es de noche y
ruedas por una duna infinita. Sientes el rostro abrasado por la arena helada.
Si pudieras verte, descubrirías tu rostro cubierto de una pátina salada y
blanca. Una máscara doliente. Pintura sacrificial. Cuando llegas al fondo,
escupes sin saberlo un pedazo de piel muerta. Estaba dentro de ti. Nadie diría
que tuvieras el coraje de las serpientes, de aquellos animales que también se autoliquidan. Ni veneno ni memoria, ese es tu sino. Avanzas. No tienes mapa. Hueles a humo. Aquello lo viste en otro sueño reciente.
En el sueño es de noche. De
reojo, a un lado, cazas el brillo de algo parecido al metal. Si hay luz, hay
esperanza. Si hay luz, también hogar. Poco después, nublada tu mente de tanta
sed, descubres la palmera ardiente. Brilla su cuerpo iluminado por el fulgor del fuego.
Tiene los brazos cubiertos de pequeñas partículas de cuarzo. Ella también te ve. El
desierto os robó la historia y al miraros os sabéis seres rehechos. Te
acercas. La sed desaparece al tiempo que os reconocéis distintos. Ahora puedes recordar aquel final... Olía a futuro.
Entonces despiertas. Un sueño dentro de lo que a veces parece una pesadilla irreal. Te giras y tocas su cuerpo tibio. Ella duerme a tu lado. Hace un poco de frío. Pones la oreja en ese lugar donde no llega la voz. La abrazas. Abre los ojos. Te mira tan hondo que no puedes ocultarle nada. Sabrá que la amas. Sabrá que tu enemigo es ciego. Sabrá del sueño y de la pesadilla oculta. La brisa de la mañana agita ligeramente las cortinas. Sonríes. Sabrá que has dejado de huir.
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