-¿Y tú qué vas a hacer en vacaciones?
-Leer y escribir.
-Pues vaya vacaciones de mierda...
Lo de antes es un pequeño extracto de una conversación imaginaria. Tengo un vecino que sabe lo que es la vida de verdad, por eso cada agosto se va con su mujer y sus chiquillos a Torrenueva. A perderse, dice, como si se hubiera encontrado alguna vez. En mi tierra, a este tipo de personajes los llamamos sabeores. Pues eso, un sabeor de la pradera (sabedor de la pradera para los que habitéis al otro lado de Despeñaperros).
Leer y escribir, pero escribir dónde. Un buen amigo me dice que tengo demasiados frentes abiertos, y en verdad lleva razón. Pensar en frentes de guerra y en batallas monstruosas me hace recordar El Tercer Reich, de Bolaño, otra lectura veraniega. Entre sus libros, uno menor. Decía que demasiados frentes, pero cómo centrarse en uno... Él me dice que antes de empezar otro proyecto debería terminar de corregir los viejos. Aunque sé que su consejo no es exactamente ese, sino otro bien distinto. En realidad me está diciendo que no escriba más hasta que no vea publicado mi siguiente libro. Explea tu tiempo, quiere decir, en colocar tu obra, puto gilipollas, y no escribas más. Me lo dice con cariño, a pesar de que no me lo diga directamente, pero me lo dice con cariño y yo lo sé. Pero no, este verano tampoco voy a hacerle caso: pienso escribir de todo un poco, no me voy a cerrar en un solo proyecto. Voy a corregir, sí, voy a repasar el último libro de relatos que he cerrado, pero no voy a perder el tiempo. Quiero disfrutar, hacer de la literatura una casa en las afueras, un pequeño apartamento en primera linea de playa, pero en invierno.
Aunque bien es cierto que su consejo es oportuno. Desde un prisma, digámos, racional, digamos lógico, es muy oportuno su consejo. Y cuando pienso en el adjetivo oportuno estoy pensando más que nada en no perder oportunidades. Pero oportunidades de qué y para qué... No lo es todo publicar y tampoco ser leído. Recuerdo una entrada de Desóxido donde Bernardo Munuera hablaba de los pocos ejemplares que se habían vendido de una interesante novela de Esther García Llovet. Y además pienso en todos aquellos que salieron a darlo todo y perdieron todas las guerras, y me parecen mejores. Quizá no se trate tanto de organizar el trabajo como de tener ganas de trabajar, que es bien distinto.
-Pues vaya vacaciones de mierda...
Lo de antes es un pequeño extracto de una conversación imaginaria. Tengo un vecino que sabe lo que es la vida de verdad, por eso cada agosto se va con su mujer y sus chiquillos a Torrenueva. A perderse, dice, como si se hubiera encontrado alguna vez. En mi tierra, a este tipo de personajes los llamamos sabeores. Pues eso, un sabeor de la pradera (sabedor de la pradera para los que habitéis al otro lado de Despeñaperros).
Leer y escribir, pero escribir dónde. Un buen amigo me dice que tengo demasiados frentes abiertos, y en verdad lleva razón. Pensar en frentes de guerra y en batallas monstruosas me hace recordar El Tercer Reich, de Bolaño, otra lectura veraniega. Entre sus libros, uno menor. Decía que demasiados frentes, pero cómo centrarse en uno... Él me dice que antes de empezar otro proyecto debería terminar de corregir los viejos. Aunque sé que su consejo no es exactamente ese, sino otro bien distinto. En realidad me está diciendo que no escriba más hasta que no vea publicado mi siguiente libro. Explea tu tiempo, quiere decir, en colocar tu obra, puto gilipollas, y no escribas más. Me lo dice con cariño, a pesar de que no me lo diga directamente, pero me lo dice con cariño y yo lo sé. Pero no, este verano tampoco voy a hacerle caso: pienso escribir de todo un poco, no me voy a cerrar en un solo proyecto. Voy a corregir, sí, voy a repasar el último libro de relatos que he cerrado, pero no voy a perder el tiempo. Quiero disfrutar, hacer de la literatura una casa en las afueras, un pequeño apartamento en primera linea de playa, pero en invierno.
Aunque bien es cierto que su consejo es oportuno. Desde un prisma, digámos, racional, digamos lógico, es muy oportuno su consejo. Y cuando pienso en el adjetivo oportuno estoy pensando más que nada en no perder oportunidades. Pero oportunidades de qué y para qué... No lo es todo publicar y tampoco ser leído. Recuerdo una entrada de Desóxido donde Bernardo Munuera hablaba de los pocos ejemplares que se habían vendido de una interesante novela de Esther García Llovet. Y además pienso en todos aquellos que salieron a darlo todo y perdieron todas las guerras, y me parecen mejores. Quizá no se trate tanto de organizar el trabajo como de tener ganas de trabajar, que es bien distinto.
Algun verano me he planteado las vacaciones de escribir, y me he llevado papeles e incluso un rdenador portátil, por li las ideas eran tan buenas que valía la pena grabarlas en el disco duro. A veces me viene a la mente una imagen de La Dolce Vita, en que Mastroiani se lleva su pequeña Olivetti a un chiringuito de playa y allí, solo bajo el toldo, se pone a teclear.
ResponderEliminar¡Qué planazo de verano, amigo!
ResponderEliminarYa te dije que me había enterado cómo trabajaba Antonio López, el pintor. Abría un frente, una escultura, un modelado, un boceto, una acuarela y no la terminaba, pasaba a otra y así hasta no sé cuántos a la vez. Y los iba acabando cuando tuviese que acabarlos. Lo bueno que tiene esta opción es que cuando llegas a cierto punto, cierras mil proyectos a la vez y pareces el más productivo del mundo.
Te iba a decir lo mismo que tu amigo pero revierto la oración: crea, solo has de crear, Juan y cierra cuando te venga en gana.
Un abrazo.
Bueno, Juan, si eres capaz de llevar alguno de tus planes de escritura en el verano, ¡enhorabuena! Yo nunca lo consigo. Para el próximo verano me hago el propósito de no hacerme ningún propósito. Supongo que será cierto lo que dice José Mª Toro en una de sus sabias reflexiones, que la actividad creativa debe seguir el curso de las estaciones y adaptarse a su ritmo. En el verano la naturaleza nos invita al descanso, a las relaciones, a la expansión lúdica.
ResponderEliminarBuen agosto.
Ana Mª Castillo Moreno