domingo, 3 de septiembre de 2023

Ningún país fue para viejos. Sobre el origen del concepto «envejecimiento poblacional»

Después de terminar Edades de tercera (Descontrol, 2022), me quedé con ganas de ampliar algunas partes del ensayo relacionadas con el origen histórico de algunos términos, como «envejecimiento demográfico», que son claves para entender muchos debates actuales en torno a la vejez. Por eso me decidí a escribir este artículo que se publicó hace una semana en Ser Histórico - Portal de Historia

 
El sastre del pueblo (1894), Albert Anker

Ningún país fue para viejos.  Sobre el origen del concepto «envejecimiento poblacional»

1999 marca un hito en la estrecha y conflictiva relación entre la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la cuestión demográfica. El año previo a la finalización del siglo XX fue declarado Año Internacional de las Personas de Edad y fue el pistoletazo de salida a todo el trabajo de análisis estratégico emprendido por esta institución en relación al llamado envejecimiento demográfico[1]. Atrás quedaban los años oscuros en que la organización internacional, a través del Fondo de la ONU para la Población (UNFPA), se empleó a fondo para luchar contra la bomba poblacional de los países del Tercer Mundo (favoreciendo, incluso, la puesta en marcha de programas de esterilización masiva).

A partir de entonces, han sido muchos los estudios demográficos elaborados por la ONU; análisis rigurosos donde destacan las proyecciones de población para los próximos años. En estas proyecciones, por ejemplo, España aparece como uno de los países más envejecidos del mundo en el año 2050.

Sin embargo, estos datos no han servido para que las cuestiones relacionadas con el envejecimiento poblacional estén en la primera línea del debate público en nuestro país de forma explícita. Por el contrario, ha tenido que ser una cuestión sobrevenida la que ha favorecido, al menos durante un periodo de tiempo, que los problemas de la vejez y el proceso de envejecimiento hayan suscitado el interés de los medios de comunicación de masas; nos referimos, claro está, al episodio relacionado con el fallecimiento de miles de ancianos en las residencias a consecuencia de la gestión política de la pandemia provocada por el coronavirus.

Sin embargo, a poco que rasquemos por debajo de los titulares de prensa, nos daremos cuenta de que la cuestión del envejecimiento poblacional está detrás de muchos de los debates recurrentes de nuestra sociedad; debates como los relacionados con la dependencia y los cuidados, las residencias de ancianos, la supervivencia del sistema de pensiones, el sistema de salud público, los modelos de familia, la violencia contra los mayores, etcétera.

Por otro lado, el uso político, explícito y envenenado, del concepto de envejecimiento poblacional de las naciones occidentales, resulta clave para la articulación de los discursos de la extrema-derecha más radicales, como el vinculado a la tesis conspirativa del llamado Gran Reemplazo; una tesis con especial predicamento en países como Francia, Estados Unidos, Alemania y los países escandinavos.

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta el papel fundamental que el concepto de envejecimiento poblacional juega en buena parte de los debates actuales, resulta interesante plantearse cuál ha sido el proceso histórico que está detrás de la construcción teórica de este axioma de la demografía contemporánea.

Una historia de la Francia del XVIII y el XIX

Siguiendo las investigaciones de Patrice Bourdelais[2], reputado demógrafo francés que dirigió hasta 2018 el Institut des Sciences Humaines et Sociales (InSHS), durante el siglo XVII, debido al reforzamiento del proceso de centralización del Estado francés y al desarrollo de una administración que se pretendía más efectiva, por lo que tenía de fiscalizadora, la administración francesa favoreció la puesta en marcha de herramientas estadísticas de carácter demográfico que empezaron a utilizarse en las colonias y luego aterrizaron la metrópoli. El Marqués de Vauban (1633-1707) y Jean-Bastiste Colbert (1619-1683) tuvieron un papel protagonista en el impulso de estas medidas de análisis demográfico.

Hasta 1795, Francia fue el país más poblado de Europa, incluida Rusia. Sin embargo, a finales del siglo XVIII el control voluntario de la natalidad comenzó a practicarse de manera generalizada entre los estamentos más acomodados de la sociedad francesa. Una práctica que empezó a extenderse al conjunto de la población desde principios del siglo XIX. Teniendo en cuenta esto, en 1866 y en un contexto europeo marcado por la hostilidad franco-prusiana y la carrera imperialista, los territorios que en 1871 quedarían unificados bajo la bandera alemana, pasaron a superar en población a Francia, lo que sin duda pasó a formar parte de las preocupaciones de las élites francesas de finales del siglo XIX.

Fue entonces cuando un demógrafo, Jacques Bertillon (1851-1922), empezó a postular la teoría que problematizaba, en clave nacional, el aumento de la edad media de la población francesa provocado por el descenso de la mortalidad, el incremento de las tasas de población envejecida y el paulatino descenso de las tasas de natalidad. Según este razonamiento, la población francesa, es decir, Francia, se estaba haciendo más vieja, más débil y, por tanto, menos capaz de competir con las naciones rivales de su entorno. Una teoría que, dicho sea de paso, no escapaba al socialdarwinismo de la época y, entre otras consecuencias, favorecía la desvalorización social de los ancianos.

Natalismo patriótico VS. Neomalthusianismo obrero

Serían precisamente las propuestas teóricas de Bertillon, las que servirían de argumentario político a las organizaciones patrióticas —como la Alianza Nacional para el Crecimiento de la Población Francesa[3] que conformaron el muy activo lobby natalista francés.

Estas organizaciones, conectadas a un importante sector de las élites sociales y económicas de Francia, presionaron para el establecimiento de políticas públicas que incentivaran la natalidad y limitaran la contracepción, con el objetivo, según ellos, de frenar el debilitamiento del país provocado por el proceso de envejecimiento demográfico.

Como no podía ser de otra manera, la intervención política de estas agencias acabó por colisionar frontalmente con aquellos sectores, intelectuales y sociales, que ya a principios del siglo XX defendían las tesis neomalthusianas[4]. Estas últimas abogaban por enfrentar el problema de la pobreza de las familias obreras a través de la procreación consciente, lo que, entre otras cosas, implicaba una apuesta por la separación entre sexo y reproducción, el fomento de la educación sexual y la socialización de toda una serie de valores que, finalmente, favorecían la autogestión de la salud de la clase trabajadora[5].

Hay que tener en cuenta que fue en 1896, en el mismo año en el que se creaba la Alianza Nacional para el Crecimiento de la Población Francesa, cuando nacía la Liga Neomalthusiana francesa, que solo cuatro años después, en 1900, impulsaría el primer Congreso Neomalthusiano Internacional, celebrado en París. Un congreso que, a la postre, resultó clave para la difusión del ideario neomalthusiano. De hecho, fue poco después, en 1904, cuando se creó la Liga Neomalthusiana Ibérica, impulsada por el médico anarquista catalán Luis Bulffi de Quintana (1867-192?). Según Layla Martínez, en 1905 esta liga ya contaba con treinta y seis secciones, distribuidas por toda la península, que «realizaban labores de educación sexual y de difusión de las tesis de procreación consciente, poniendo especial énfasis en los métodos anticonceptivos y en la necesidad de que las mujeres decidieran sobre sus embarazos[6]».

Hablamos, por tanto, de todo un despliegue de propuestas que, en buena medida, fue factible gracias al papel jugado por publicaciones periódicas como Salud y Fuerza, Iniciales, Generación Consciente o, ya a partir de 1927, Estudios; periódicos y revistas de cuidada edición, tiradas generosas y amplia distribución que, como revelan los trabajos de investigadores como Alejandro Civantos[7], formaron parte de la pléyade de cabeceras que animaron el riquísimo universo cultural del anarquismo ibérico del primer tercio del siglo XX.

En la práctica, desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, asistimos a la pugna, también en el terreno de la demografía, de dos modelos sociales antagónicos. El primero, representado por el patriotismo natalista, tomaba como referencia a la nación francesa y, partiendo del por entonces balbuceante concepto de envejecimiento demográfico, abogaba por la puesta en marcha de medidas que favoreciesen el aumento de la natalidad y, por ende, contribuyeran al descenso de la edad media de la población francesa; algo que, por un lado, pretendía garantizar la primacía de Francia en la carrera imperialista (lo cual satisfacía los intereses del ejército y los grandes industriales) y, por otro, alimentaba el argumentario religioso que perseguía la contracepción y la educación sexual.

Frente a ello, el movimiento neomalthusiano, en especial el de inspiración ácrata, tomaba como referente a la clase obrera internacional y pretendía divulgar entre los trabajadores y trabajadoras la idea de procreación consciente. Esta propuesta, que aspiraba a convertirse en una herramienta más en la lucha contra la miseria obrera[8], abría un horizonte emancipatorio para las mujeres y, de manera lógica, se insertaba a la perfección en un movimiento integral, como el anarquista, marcadamente internacionalista, antibelicista y enemigo acérrimo del poder político de las instituciones eclesiásticas.

Reverberaciones políticas actuales

Tal y como indica el demógrafo Julio Pérez Díaz en su blog, Apuntes de Demografía, a pesar de que el aumento de la edad media de la población había sido problematizado mucho antes del siglo XX, sería en 1928 cuando el prestigioso demógrafo Alfred Sauvy (1898-1990) —que posteriormente sería conocido por acuñar el término Tercer Mundo— empezó a utilizar de manera prolija la expresión «envejecimiento progresivo» de la población; una idea que, ya en 1946, facilitaría la aparición y normalización del término «envejecimiento demográfico» a través de su uso en la revista Population, una de las publicaciones periódicas sobre demografía más prestigiosas a nivel internacional.

Casi 80 años después, el término envejecimiento poblacional, libre de polvo y paja, se sigue blandiendo como una espada por aquellos actores políticos que, mientras alertan del “ocaso de Europa” (denunciando la “invasión migratoria” y la supuesta desaparición de los valores del cristianismo), ignoran las consecuencias del imperialismo occidental, aplauden las políticas neocoloniales que expolian a los países periféricos y, para más inri, promueven las medidas económicas de carácter neoliberal que precarizan la vida de los jóvenes, contribuyendo con ello al desarrollo de las condiciones generales que dificultan la natalidad y, por tanto, favorecen el aumento de la edad media poblacional[9].

Por otro lado, buena parte de las propuestas del movimiento neomalthusiano, incorporadas —como veíamos anteriormente— con especial predilección por el anarquismo internacional a su fecundo acervo de prácticas de intervención política, han permeado en otros movimientos sociales, como el feminista, que las hicieron suyas desde su conformación, desplegándolas de forma autónoma y, en no pocas ocasiones, ignorando su genealogía obrera y libertaria.

Finalmente, el anarquismo actual, que antaño pareció interesarse por todo aquello que condicionaba la vida de las clases populares, parece haber dado la espalda a la reflexión teórica en torno al tema capital de la demografía; ignorando, quizá, la acuciante necesidad de incorporar su imaginario humanista y su enfoque revolucionario al debate político en torno al futuro de la población mundial. Un futuro, como siempre en pugna, donde no solo se ven amenazados los códigos culturales que contemplan la inalienable dignidad de las personas mayores, sino también las mismas bases de la vida humana sobre la tierra.    

 


[1] Para no extendernos mucho, diremos que el envejecimiento demográfico es el concepto que alude al aumento de la media de edad de una población determinada. Asociado a la modernización del régimen demográfico, es una de las características de la demografía de los países desarrollados.

[2] Para el artículo que nos ocupa, hemos seguido fundamentalmente uno de los interesantes trabajos de Bourdelais, «Las claves históricas del natalismo. Francia, siglos XVII-XX», incluido como capítulo en Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos, Isidro Dubert y Antía Pérez-Caramés (coordinadores). Catarata. Madrid: 2021.

[3] Fundada en 1896, el propio Jacques Bertillon fue uno de los fundadores de la Alianza. Su capacidad de influencia en política francesa será innegable, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX. La aprobación del llamado Código de la Familia (1939) fue una de sus grandes victorias. 

[4] Para un acercamiento a la relación entre neomalthusianismo y movimiento obrero, especialmente el de inspiración ácrata, recomendamos los trabajos de Eduard Masjuan; sobre todo, La ecología humana en el anarquismo ibérico (Icaria, Barcelona: 2000).  

[5] Será este el momento en el que corrientes como el higienismo o el naturismo empezarán a tener cada vez más predicamento entre las clases trabajadoras, sobre todo del sur de Europa.

[6] Hartémonos de amor ya que no podemos hartarnos de pan. Sexología y anarquismo. Layla Martínez Vicente. Piedra Papel Libros. Jaén: 2014.

[7] Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero (1917-1931), editado por la FAL en 2017, y La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), publicado por Piedra Papel Libros en 2022, son dos de los trabajos de Alejandro Civantos que abordan la dimensión cultural del anarquismo ibérico.

[8] A pesar de que el movimiento neomalthusiano tuvo una clara influencia en el movimiento libertario a nivel internacional, también hubo sectores del anarquismo que, por diversos factores, se opusieron a sus tesis. Para rastrear, por ejemplo, el antimalthusianismo de Kropotkin, recomendamos la lectura de «Eugenesia y anarquismo en el primer neomalthusianismo libertario barcelonés, 1896-1915», de Álvaro Girón-Sierra, en História, Ciência, Saúde – Manguihos, Río de Janeiro (Brasil), v. 25, supl., ago. 2018, p. 87-103.

[9] Un certero acercamiento a las causas de la baja natalidad en España lo encontramos en «Las causas de la muy baja fecundidad en la España actual», Teresa Castro-Martín, Teresa Martín-García, Julia Cordero, Marta Seiz y Cristina Suero, en Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos, de Isidro Dubert y Antía Pérez-Caramés (coordinadores). Catarata. Madrid: 2021.

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