Algo se está moviendo; despacio, diríamos, pero algo se mueve. Ni siquiera hace falta acudir a la prensa libre del control de los grandes grupos empresariales. A poco que estemos atentos, a poco que pongamos oído y miremos donde no quieren que miremos, veremos que la paz social no es tan aplastante como se nos vende.
A nivel internacional, la lucha contra el retraso de la edad de jubilación en Francia ha incendiado las calles del país vecino, demostrando que es posible la unidad sindical, al menos en el terreno de la movilización, y que la clase obrera, incluidos los sectores más precarizados como los jóvenes, pueden enfrentar con contundencia las políticas neoliberales que pretenden asegurar las costuras del sistema en el futuro.
Al otro lado del Canal de la Mancha, en Gran Bretaña, estamos asistiendo a una oleada de huelgas en diversos sectores, como el transporte o la sanidad y educación públicas; huelgas que tienen como punto de partida el empobrecimiento de la clase obrera británica debido al incremento de los precios, las consecuencias del Brexit y el estancamiento de los salarios. Hablamos de un escenario de creciente conflictividad que, además, se desarrolla en un contexto de profunda desafección política, lo que sin duda está contribuyendo a generar incertidumbre en las oligarquías financieras del país.
Por otro lado, en Estados Unidos se está viviendo un periodo de rearme de las organizaciones sindicales, visible en el aumento del nivel de sindicación en grandes empresas como Amazon o Starbucks, que corre paralelo al crecimiento de la conflictividad laboral desde 2021 en sectores diversos como la hostelería, el comercio online, la enseñanza universitaria o los transportes. Nos encontramos, por tanto, ante un panorama imprevisto por la mayoría, donde amplias capas de la clase trabajadora estadounidense están tomando conciencia de la necesidad de unir fuerzas en organizaciones sindicales bien organizadas, con estrategias ofensivas y amplio apoyo popular.
Dicho esto, si volvemos la mirada hacia España, nos encontramos con un escenario donde son las mujeres quienes están protagonizando la mayor parte de las huelgas que se están dando en el Estado español durante los últimos meses. Huelgas que son el epígono de una conflictividad laboral que tiene como punto de partida la pelea por unas condiciones de trabajo dignas, con salarios decentes, posibilidades de conciliación y una organización del trabajo que no implique la desposesión completa de nuestras vidas.
Es en este contexto, además, donde estamos asistiendo al nacimiento y desarrollo de distintas iniciativas de autoorganización obrera en sectores laborales feminizados, muy precarizados, con un amplio porcentaje de trabajadoras migrantes. El caso de las trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio es uno de ellos. En ese sentido, en diferentes puntos del Estado como Cataluña, Asturias, Valencia o Euskadi, ya han empezado a desarrollar su labor varios sindicatos, coordinadoras y organizaciones de trabajadoras vinculadas al sector de la dependencia y los cuidados, tejiendo alianzas con asociaciones de familiares de personas dependientes y sindicatos como ELA, CGT o CNT.
Precisamente, son las trabajadoras del Sindicato de Cuidadoras Profesionales las que lanzaron hace unos días una campaña de crowdfunding para interponer una demanda judicial que acabe con las “bolsas de horas”, una práctica empresarial que precariza en extremo las condiciones de trabajo de las cuidadoras, impidiendo la conciliación de la vida laboral y familiar, robando parte del salario debido a las trabajadoras y contribuyendo al deterioro de su salud mental y física.
Hablamos de una iniciativa que pretende mejorar las condiciones de trabajo de las cuidadoras sobre las que recae buena parte del trabajo de cuidados que requieren nuestros mayores, de tal forma que, de manera indirecta, apoyar las luchas que vayan en favor de la dignificación de los empleos vinculados al sector geriátrico también implica mejorar las posibilidades de un envejecimiento digno para la clase obrera de hoy y mañana.
Socialicemos, por tanto, sus demandas, y apoyemos sus luchas en la medida de lo posible. Ya no solo por una cuestión de solidaridad obrera elemental, sino por el interés general de la mayoría social. La evolución demográfica de nuestras sociedades conllevará una demanda cada vez mayor de trabajos relacionados con el sector de la dependencia y no podemos permitir que las empresas del sector geriátrico, muchas de ellas vinculadas a grandes multinacionales asociadas al capital financiero, extraigan cada vez más beneficio del padecimiento de las trabajadoras del sector y el desprecio por las condiciones de vida de los mayores y dependientes.
Artículo publicado originalmente en diversos medios de contrainformación
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