domingo, 3 de mayo de 2020

Varena

Fotografía de Manuel Onetti
Si yo fuera el que escribiera las definiciones del diccionario de la RAE y no su comité de sabios, y junto a la palabra extravagante anotara, por ejemplo, la definición vagar por fuera, tendría mucho sentido afirmar que Varena es un diario extravagante. Lo es por todo lo que contaré a continuación, aunque podríamos empezar por lo evidente: Varena es el diario de un joven andaluz, muy interesado por el mundo del cine y la literatura, que acaba recalando en una pequeña ciudad de Lituania, la que da título al libro. Allí formará parte de una especie de comunidad internacional de jóvenes becarios con los que no se siente demasiado identificado.

El viaje toma una forma circular: Barcelona-Varena-Barcelona. Entremedias, la historia que nos cuenta Manuel Onetti se levanta sobre dos miradas, la del protagonista y la del narrador que le observa desde fuera. Esta tercera persona, atípica en la literatura diarística, parece mirar al personaje como si lo hiciera a través del ojo de una cámara. Aun en la distancia, es imposible no se pensar en Robert Walser paseando por la nieve cuando, a cada tanto, descubrimos al protagonista vagando por las calles nevadas de una ciudad que solo podemos imaginar en blanco y negro.

Una ciudad que, por otro lado, también tiene su propia historia. Una historia compartida con muchas ciudades de una zona de Europa donde las fronteras han saltado a la comba durante siglos. Y es que, tras la finalización de la I Guerra Mundial, Varena formaba parte de Polonia. Luego, al término de la Segunda Guerra Mundial, fue integrada en la Unión Soviética. Y tras la desintegración del país de los soviets, se convirtió en un pedazo de la Lituania libre que conocemos hoy; una joven nación que, sin embargo, arrastra cientos de años de historia y hoy presume de un exitoso proceso de occidentalización bajo el cual se han pretendido enterrar, con poco éxito, las fuertes contradicciones que padece su sociedad.

Precisamente, el programa de empleo internacional que provoca el viaje del protagonista, deriva de una de esas líneas de actuación que aspiran a la europeización del país báltico. Un programa que, como decíamos antes, integra al personaje en una pequeña comunidad internacional de jóvenes con un gran entusiasmo, pareciera que impostado, por todo lo que implica Europa. Y es allí donde naufraga el protagonista de Varena. Naufraga porque, para empezar, siente una profunda desafección con respecto a toda la filosofía del programa que, toda vez que se concreta en un trabajo con poco sentido en una biblioteca pública, no hace sino distanciarle del resto de sus compañeros. Será esto lo que le mueva a a recorrer la ciudad de punta a punta, como un flaneur helado.

En ese sentido, el vagar del personaje, su permanente errancia, nos invita a entender que el elemento cenital del relato es la falta de pertenencia de su protagonista, esa desafección de la que hablábamos antes. Esa es la primera consecuencia de una búsqueda que el personaje sabe fracasada, pero gracias a la cual el lector contempla su mirada insobornable; una mirada que, por otro lado, parece estar constantemente amenazada por la propia tensión del personaje, siempre entremedias de su afán por integrarse y una soledad buscada que obedece a su falta de credulidad. 

Sin embargo, y a pesar de la desolación del paisaje natural, y social, con el que se encuentra el protagonista, vamos descubriendo algunos asideros que impiden que nuestro personaje se hunda en la nieve. Kolia, un descendiente de los niños de la guerra de España, será uno de ellos. Pero también lo serán la escritura de su propio diario, la literatura y sus afinidades electivas en el mundo del cine y la poesía (Andréi Tarkovski, Jonas Mekas o los poetas de la Generación Beat, por citar algunos). Hablamos de la patria difusa de los creadores.

Finalmente, el lector descubrirá junto al protagonista, y no sabemos si junto al propio escritor, un territorio de posibilidad bajo ese clima hostil, que al final ya no lo es tanto. Porque, además de Kolia, descubrimos otros personajes que, como Olga o Yuri, se animan a recorrer parte de la historia de la mano del autor del diario, cuyo nombre nunca llegaremos a conocer.

Lo que sí espero que conozcáis es este libro, muy bien editado por Greylock, que supone un paso más en la carrera de Manuel Onetti, un creador interdisciplinar cuyo trabajo cinematográfico os invitamos a explorar en su web: http://manuelonetti.es/  

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