Conocí a Sergio
R. Franco a principios de 2010. Prácticamente recién aterrizado en Jaén, tuvo
la genial idea de poner en marcha un ciclo de recitales, «En la masmédula
(poesía)», en el que coincidimos un buen puñado de poetas de la ciudad y donde
tuvimos la oportunidad de conocer de primera mano la obra de los mejores poetas
de Málaga, que son muchos. Por allí pasaron Antonio Blanco, María Eloy, Beatriz
Ros, Isabel Bono…
Aquel ciclo de
recitales, cuyos carteles —diseñados por Judit Dato— conectaban, además, con el
mapa sentimental de nuestros referentes literarios (pues en ellos aparecían los
rostros de algunos de los poetas y escritores que más admiro y admiramos de los
siglos xx y xxi), supuso el punto de partida para
una estrecha colaboración entre Sergio R. Franco, Ángel Rodríguez, Yolanda
Ortiz y yo; colaboración que, poco después de la clausura de «En la masmédula
(poesía)», se tradujo en la organización del ciclo mensual de recitales «La
Caja de Lot», que desde su inicio se ha venido celebrando en el bar Tijuana y
que tomó como nombre una de las secciones de mi antiguo blog, «Nueva Gomorra».
Con el paso del
tiempo, «La Caja de Lot» se fue consolidando como un espacio poético con muchas
más dimensiones que la estrictamente literaria. Más allá de su evidente
espíritu celebratorio, «La Caja de Lot» ha servido de lugar de encuentro para
los poetas de Jaén de todas las generaciones. También se ha convertido en un
espacio privilegiado para otear, sobre todo, el panorama poético andaluz. Y,
cómo no, «La Caja de Lot» nos ha brindado la oportunidad de hacernos con las
obras de los autores participantes, cuyos libros difícilmente podrían haber
llegado a nuestras manos por las dificultades para la distribución que suelen
tener los pequeños sellos editoriales de poesía y porque apenas si nos quedan
librerías en Jaén.
Por otro lado, y
de forma paralela a «La Caja de Lot», se fueron creando otras iniciativas
culturales vinculadas al mundo de la poesía, como «El Club de los Imberbes» o
el «Slam Jaén», que nutrieron la escena poética local de nuevos ingredientes,
favoreciendo la aparición de nuevas voces y contribuyendo a la generación de un
tejido emergente de actividades culturales que, en cierta forma, favoreció la
presencia pública de jóvenes autores, generó puentes de diálogo entre poetas de
distintas edades y, todo hay que decirlo, animó en cierta forma el ambiente
cultural de la ciudad, bajo mi punto de vista demasiado dependiente de las
iniciativas institucionales y mediatizado por el complejo de inferioridad que
siempre trae aparejado el estar comparándose con otras ciudades
permanentemente.
Sin embargo, con
el paso del tiempo y la definitiva consolidación de la escena poética de la
ciudad, algunos pensamos que no había una relación equilibrada entre esa esfera
pública, celebratoria, vinculada a los recitales y distintos saraos literarios,
y el paupérrimo tejido editorial jiennense, de tal forma que era recurrente que
buena parte de los autores locales que pasaban por «La Caja de Lot» nos
comentasen sus dificultades para publicar de manera decente, sin recurrir a la
autoedición o a las editoriales instrumentales de las que solicitan dinero a
cambio de poder publicar.
Fue a partir de lo
anterior cuando pensé que quizá estaría bien abrir una colección de poesía en
mi pequeña editorial, Piedra Papel Libros, hasta entonces especializada en el
ensayo político, la historia social y el relato corto. Así nació «Caja de
Formas».
El nombre es un
guiño evidente a la procedencia de la iniciativa, pero también hace alusión al
juguete con el que los niños entrenan su razonamiento espacial. Además, el
diseño cerrado, muy compacto, de la colección (diez títulos de los que ya han
sido publicados nueve*) pretendía poner en valor el concepto que hay detrás de «Caja
de Formas», que no es otro que permitir un acercamiento a las distintas formas de entender la poesía que, a día
de hoy, persiguen y encuentran la excelencia de maneras muy dispares; también
en Jaén.
Desde ese
momento, nueve títulos han encontrado cobijo en esta modesta colección que, a
pesar de ello, nos ha brindado muchas alegrías a todos, empezando por los
editores y terminando por todos los lectores que nos han felicitado por el
desarrollo de la misma y con los que hemos tenido el gusto de compartir
impresiones en las presentaciones y recitales organizados al calor de la salida
de los distintos títulos publicados hasta ahora.
El primero de
ellos fue No hay nada que huya, un
libro de poemas que Joaquín Fabrellas, escritor jiennense experto conocedor de
la obra de Manuel Lombardo Duro, estuvo incubando durante años y que supuso el
relanzamiento de su trayectoria literaria tras un largo periodo de mutismo
editorial.
Ni que decir tiene, del poeta malagueño Antonio
Blanco, a quien tuvimos la suerte de escucharle recitar en una de las citas de «En
la masmédula (poesía)», fue el segundo título de la colección. Su presentación
en Jaén tuvo cabida en uno de los recitales de «La Caja de Lot» y fue una de
las noches más memorables del ciclo.
Por su parte, Cuaderno de veredas, de José Pastor,
tercer título de la colección, fue el primer libro de poemas del autor afincado
en Las Alpujarras, muy querido en Jaén, que previamente había publicado en
formato fanzine bajo el mítico sello Ediciones Raro y al que me une su especial
querencia por la literatura bloguera.
Poemas
rescatados de las llamas, de Víctor Mesa, se convirtió en el cuarto libro
de la colección, siendo el primer poemario de relativa extensión publicado por
el autor jiennense. Hablamos de un libro que puede leerse como un viaje hacia
el futuro de toda una generación asediada por la precariedad existencial que,
sin embargo, resiste con lo que tiene: el amor, la amistad y el compromiso con
la vida.
Al ecuador de la
colección llegamos con Las voces
indomables, de Manuel Lombardo Duro, cuya obra seguimos desde hace años con
fidelidad y que ya había publicado Nadie
de nada con Piedra Papel Libros, un poemario extenso de carácter antológico
preparado y prologado por José Viñals.
El sexto libro
de la colección fue Pequeñas canciones
para un circo mudo, de Ángel Rodríguez, uno de los organizadores de «La
Caja de Lot». Se trata de una obra muy particular en la bibliografía de
Rodríguez, pues se compone de poemas cortos, muy simbólicos, a través de los
cuales se entrevé una historia personal de desamor marcada por la melancolía y
el desconsuelo.
Vonlenska. Una historia finita, de Araceli
Pulpillo, coeditora también de Piedra Papel Libros, se convirtió en el séptimo
título de «Caja de Formas», siendo el primer poemario de relativa extensión
publicado por la poeta de Rus, la más joven del grupo, que con una versión
escueta del mismo había ganado previamente el Premio “Facultad de Humanidades”
convocado por la Universidad de Jaén.
Por su parte, Manual para nadie, de Isabel Tejada,
prologado por la escritora madrileña Layla Martínez, se convirtió en el octavo
libro de la colección, dando continuidad a la trayectoria editorial de esta
prolífica poeta jiennense, cuya obra ha recibido merecidos reconocimientos en
distintos certámenes poéticos, y que animó durante mucho tiempo el programa de
literatura Baldosas amarillas,
emitido por la radio de la Universidad de Jaén.
Finalmente, Bóveda celeste, de Sara M. Bernard,
noveno título de la colección, ha sido también el primer libro de la periodista
y escritora malagueña afincada en Galicia, conocida por su magnífico blog
«Libres para nada» y que esperamos presentar pronto en Jaén.
Si todo sale
bien, pretendemos cerrar la colección «Caja de Formas» con una obra inédita** de
Yolanda Ortiz, otra de las coorganizadoras de «La Caja de Lot», y sin duda una
de las voces con más futuro del panorama poético local. Con la publicación de
su libro, cuya fecha de salida aproximada es hasta ahora incierta, llegaremos
al final de esta pequeña aventura editorial que, al fin y al cabo, nos ha
servido a todos como excusa para seguir celebrando la amistad, la literatura y
el amor a la vida. No en vano, lo mejor de la poesía es eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario