sábado, 4 de enero de 2014

La belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes


Pues claro; una vez más, de pie sobre un montón de ruinas.

2013 knock out.

El viento de estos días se lleva el polvo. Se descubren los huesos. Si no me repugnara tanto eso de volver a empezar, vestir todo de nuevo, olvidarse de los malos ratos...

2014 es un perro abandonado en la cuneta.

El lector se agita como un gusano sobre el sofá. Lee. El libro empieza con lo que a él se le antoja un niño metido en un pozo. Desde arriba le escupen. Desde arriba se preparan para echar tierra en el pozo y callar la voz del niño que no era. Hablo de Plop.

La madrugada vela los sueños de regeneración. De fondo, un canal de dibujos animados con el volumen apagado. Sobre la mesa, varios cuadernos. Notas sobre la sinrazón de los consensos. Notas sobre la evolución de un personaje. Notas sobre las máscaras de la traición. Notas sobre propósitos incumplidos y libros a medias. Notas sobre la Banda de los Cuatro y los jemeres rojos. Notas sobre las ganas de vivir, Antonio Gamoneda y eso que llamas «dinamita existencial».

La noche avanza. El libro crece. Hace mucho tiempo que se fueron los feriantes. Entre esas cuatro paredes, nada que celebrar (o acaso nada visible). El libro se hace ancho. El lector se agita como un gusano. Es una incomodidad buscada. A las 6 de la mañana sigue sin tener sueño. Le quedan 50 páginas. Una historia distópica, fuera de todo, apenas con unas cuantas referencias al mundo real. Una historia, piensas, de cazadores-recolectores, jefes y brujos, violencia, poder y clanes en lucha. Un libro de antropología ficción.

Cuando amanece, te encuentras -quizá como otras veces- lamentando el pasado, los años muertos. Te agitas con angustia. La historia te contamina y piensas que nunca fue tan caro jugar a las muñecas. Te tanteas la lengua. Tienes espinas. El libro se acaba y entra la luz por las ventanas del salón. Unas cuantas campanadas te recuerdan que sigues aquí, que el mundo es grande, ancho y antiguo, y que la vida seguirá por mucho tiempo festejando su inocencia, su falta de crueldad. La malicia es una invención humana.

Sabes, por supuesto, que has leído el mejor libro del año, pero lo ignoras premeditadamente. No quieres ubicarlo en una lista. El libro, ese también, te acompaña en el desastre y sientes que poco se puede recuperar de los escombros. De pie sobre las ruinas, te sabes solo. No es nada romántico. Es una sensación que aplasta y moldea tu mirada, cada vez más descreída, menos imperativa y mucho más silente. Nada que decir, nada que escribir. Eres un mago enfermo. Te sacas de la boca una palabra de esperanza y ya no sabes ni a qué huelen los dientes. Si naciste para pelear, fue extraña desde siempre esta batalla. 

Tienes la cita: «La belleza no es / un lugar donde van / a parar los cobardes» (Antonio Gamoneda dixit).   

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