sábado, 18 de mayo de 2013

¿Y cuándo llega el verano?


i

Sale del trabajo. La boca le sabe extraña. Pone un dedo en su lengua y encuentra un poso de la noche anterior. No sabe si sangre. No sabe si ceniza o polvo o una desmemoria ambigua. Llega a casa y abre el grifo de la ducha. Intenta aclarar su mente. Casi es verano, pero escucha los primeros truenos. Abre la ventana y ve como en el patio poco a poco va subiendo el nivel del agua. Sus plantas, cada vez más secas, respiran al fin. Él no.

ii

La toalla no arranca el mundo, la vejez de los que ama, el miedo a la permanencia muda, la rabia ante la injusticia renovada y nunca abolida, la incertidumbre, la melancolía y el recuerdo de esas tres palabras atravesadas en la garganta. La toalla no le guarece. Sale del baño y gira la cabeza. El espejo está empañado. Recuerda una declaración de amor. Todo se desvanece. Todo permanece. Es así. Sabe que no hay huída.

iii

Después, un ruido seco. Una puerta que tiembla. La tormeta pasa. Ahora solo silva el café. Un rayo de sol entra por la ventana sin pedir permiso. Abre el libro que le acompaña. Qué bueno morir habiendo hecho una cosa así, piensa. La literatura siempre conforta, aunque él sabe (mejor que nadie, igual que todos) que nunca salva ni nos deja indemnes. Se bebe el primer café de un trago. Respira hondo. Presiente que ahora sería capaz de escribir el mejor poema de su vida entera, pero renuncia a ello. Lee un par de líneas y nota que el corazón se le hincha. No se explica su suerte. 

iv

Y escucha Leif Erikson. Ya no recuerda ni cuándo sonrió así la última vez.

4 comentarios:

  1. Leyendo lo que has escrito, escuchando a Leif Erikson y bebiendo este primer café del dia, fuerte, amargo, sonrio. Con sonrisa franca, amplia.. Empiezo hoy bien mi dia. Gracias.

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  2. Muchas gracias. Por eso escribo, supongo.

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