Tantas microtareas... No puede ser bueno escribir tan rápido. Libros por doquier. Le robo a Isa algunos títulos. Otros tantos me devuelve mi carnal. El Moli me sugiere algunos que sería conveniente reeditar. Otros los acabo de comprar en Madrid y otros me los han prestado para preparar los exámenes de antropología. También retiro algunos del expurgo de la Biblioteca Provincial. Estos últimos formarán parte en un futuro de otra biblioteca muy distinta, la "Francisco Olaya" de la CNT de Jaén. Libros preparados para hincarle una reseña y otros recién recomendados, anotados en la agenda de futuros que barrunta mi camino. Libros como panes y como peces.
Pero entre tanto libro, dónde la literatura. En qué lugar oculto, en que rincón bendito fuera de este leer ocioso, se guarece el animal salvaje del que os estoy hablando. Mil veces me he dicho que no hay diferencia entre escritura y lectura, o que la literatura bebe de ambos... Pero cómo puede alzar la cabeza el texto literario si no se le acaba concediendo espacio, si todo lo ocupa esa agenda imperdonable, repleta de arriba a abajo de las más insorportables tareas pseudoliterarias... Mierda de agenda.
Recuerdo perfectamente el tiempo donde la literatura se lo comía todo, hasta la lectura entera, también el amor. Era como estar ahogado, felizmente con el agua al cuello, hundido en la imaginación, narcotizado. Sé cómo llegar a ese sitio porque no he perdido el mapa. Se trata de no temer a equivocarse. Se trata de perder el miedo y de aprovechar el tiempo, de trabajar duro y de hacerle un hueco a la intuición.
Pero entre tanto libro, dónde la literatura. En qué lugar oculto, en que rincón bendito fuera de este leer ocioso, se guarece el animal salvaje del que os estoy hablando. Mil veces me he dicho que no hay diferencia entre escritura y lectura, o que la literatura bebe de ambos... Pero cómo puede alzar la cabeza el texto literario si no se le acaba concediendo espacio, si todo lo ocupa esa agenda imperdonable, repleta de arriba a abajo de las más insorportables tareas pseudoliterarias... Mierda de agenda.
Recuerdo perfectamente el tiempo donde la literatura se lo comía todo, hasta la lectura entera, también el amor. Era como estar ahogado, felizmente con el agua al cuello, hundido en la imaginación, narcotizado. Sé cómo llegar a ese sitio porque no he perdido el mapa. Se trata de no temer a equivocarse. Se trata de perder el miedo y de aprovechar el tiempo, de trabajar duro y de hacerle un hueco a la intuición.
La reflexión apunta a una interrogación que creo irresoluble, Juan. Me refiero a que es difícil considerar la lectura como un territorio de creación. Difícil, digo, que no imposible. Los escritores "más profesionales" estáis -es mi opinión- muy condicionados por la producción, y considero que es normal. Sin embargo, la literatura puede ser algo fuera de la escritura. Vivir dentro de la literatura sin escribir ni una palabra.
ResponderEliminarHace poco escuché algo sobre "lectura creativa", que viene a significar lectura atenta, durante la cual el lector "crea" las imàgenes del texto en su mente. En definitiva, es lo que hacíamos cuando éramos adolescentes o jóvenes. Yo también he caído hacia un lado de la lectura en que estoy analizando y comparando casi sin querer, encontrando referencias, etc... pero posiblemente con menos placer que antes. Y eso de los libros como panes y peces... pues si, es cierto.
ResponderEliminar