Reviso notas de un cuaderno antiguo. Intento aproximarme a los instantes precisos en que fueron escritas:
«Ese momento en el que mi hermana dijo que siempre me recordaba solo de pequeño».
«Despierto una mañana y el poema que venía rumiando desde ayer por la noche ha desaparecido como una huella en la playa. Pero no sé si ha desaparecido de verdad... El poema más allá de la literatura».
«Desacralizar la poesía, desalojarla de sí, de sus libros, sus poetas, sus recitales, sus pantallas. [...] Una poesía que no tenga miedo de ser tachada de conservadora en sus formas. Una poesía que no tenga miedo de ser tachada, sin más. Una poesía para la vida, que busque la verdad, insufle esperanza y aspire a la belleza».
«Hacer las cosas despacio como principio. Profundizar en ellas y hundirse en la curiosidad. Apunta bien estas palabras y el orden de las mismas: disfrute, calma, paciencia, constancia, determinación. No corras nunca».
Qué demonios pretendía al apuntar todas estas notas en los viejos cuadernos que me han acompañado en estos últimos años. Veo el océano, el eco de la poesía china, el deseo de no quedar atrapado en la redes digitales, el hartazgo de la poesía que se pretende contemporánea... Curioso ejercicio el de aproximarse a lo más pequeño de la literatura personal.
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