El pequeño ensayo al que hoy le voy a dedicar unas líneas, De la necropolítica neoliberal a la empatía radical, de Clara Valverde Gefaell, ha sido uno de los títulos que, a pesar de su brevedad, más he tenido en cuenta a la hora de perfilar algunos de los análisis de Edades de tercera. Historia y presente de una vieja desigualdad.
Manejar el concepto de «necropolítica», ponerlo en el centro de los enfoques con los que pretendemos señalar cómo el capital se reproduce marginando, y eliminando, a las personas que no le son útiles, nos permite también visibilizar aquellas costuras que deberían unir las luchas de sujetos disímiles cuyo papel en el capitalismo de mercado es padecer la violencia estructural de un sistema que se ceba con los más débiles.
Lo dice Santiago López Petit en la introducción:
«El libro de Clara Valverde muestra que la política neoliberal consiste en una necropolítica cuyo objetivo declarado es acabar con los excluidos. No se trata de ninguna exageración. El capital desbocado en su marcha adelante destruye todos los obstáculos que encuentra en su camino. Y son obstáculos todas aquellas personas que no son rentables, que no son empleables. Desde los pobres a los discapacitados y dependientes, pasando por los jóvenes o los ancianos sin recursos».
Personas desplazadas, al cabo, de la centralidad de un sistema que favorece un modelo de vida donde el éxito económico ha de primar por encima de todo, donde la consideración social de las personas depende, en primer lugar, de su capacidad productiva y de consumo, pero también de sus posibilidades de encarnar los ideales de salud, belleza y bienestar que, paradójicamente, viralizan nuestro padecimiento psíquico a través de la economía de las pantallas que socializa nuestras fantasías aspiracionales.
El espejo, sin embargo, de la cruda realidad, nos devuelve por contra una imagen grotesca de un régimen de desigualdad social que se ha vuelto distópico durante la pandemia, cuando la gobernanza del capitalismo ha favorecido la muerte de miles de ancianos a los que se ha negado el acceso a la atención médica; asesinatos, sí, que han contado con la aquiescencia de una sociedad anestesiada por las mentiras de unos medios de comunicación que se han convertido en un pilar clave del sistema necropolítico que perpetúa la reproducción del capital segragando, marginado y eliminando aquellos cuerpos inservibles para la generación de beneficios empresariales.
El texto de Clara Valverde no necesita cientos de páginas para atinar el análisis. Le basta su claridad expositiva, su compromiso ideológico y su discurso encarnadado. Es un ensayo que, a pesar de su crudeza, o precisamente gracias a ella, nos obliga a reconsiderar nuestras necesidades. Y creo que ahí está su mayor acierto, ya que el libro no pretende invocar la complicidad del lector, sino zarandear algunas de nuestras convicciones con la fuerza de un argumentario que no anhela seducir, sino solo mostrar aquello que no interesa ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario