domingo, 17 de febrero de 2019

La resistencia íntima


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Quería olvidarme de La resistencia íntima. Quería echarle un vistazo, volver a las páginas dobladas, a los subrayados y contaros cuatro cosas de por qué me gustó el libro. Y he pensado que no, que no voy a guardarlo, que no voy a enterrarlo entre las paredes, cada vez más estrechas, de la pequeña librería de nuestro exiguo salón, donde ya no caben más libros. Muy el contrario, he decidido que permanezca cerca, bien cerca, para volver a cada tanto a él, echarle un tiempo a cada párrafo subrayado, perseguir sus referencias, apuntar los libros que cita Josep M. Esquirol y pensar en lo que dice de vez en cuando.

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He pensado que tampoco voy a hablaros del libro. No. Tan solo os diré que he decidido no guardarlo después de releer un fragmento de la página 153 donde se cita el pasaje del Libro de Job (Job 2:13) donde los amigos del profeta, al verlo abatido por el terrible padecimiento al que le ha condenado la maldita apuesta entre Dios y Satanás, le acompañan guardando silencio durante siete días y siete noches. Nadie abre la boca. Todo está mal, algo está bien; quizá es porque callan.

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En todo caso, si no hablo del libro, sí que hablaré de un recuerdo de su lectura. Una mañana de hace un par de años acabé en el Retiro. No sé qué hacía allí. El caso es que empezó a llover con mucha fuerza y apenas si se veía gente en el parque. Me refugié en el Templete de la Música y, sin nada que hacer más que esperar a que parara de diluviar, me senté en el suelo y me puse a leer La resistencia íntima. Recuerdo algunas cosas de aquella pequeña experiencia, pero solo os diré que en aquel momento, y quizá no tanto por lo que leí en ese justo momento, sino por el estado de ánimo al que me había llevado el libro, sospeché que tal vez fuera posible guarecerse en la libertad interior de la que siempre hablaba Stefan Zweig, esa libertad que a veces toma forma de resistencia y nos permite no ser aplastados por el discurso y la propaganda de los otros, sustraernos del ruido.

martes, 5 de febrero de 2019

Barrionalismo


Hoy me he pasado un buen raro escuchando a Luis de la Cruz en Barrio Canino. El programa es largo, pero no se hace pesado y permite sumergirse en la tripa de Barrionalismo, el último ensayo del autor madrileño, con quien tuvimos la suerte de contar para la publicación de Contra el running. Corriendo hasta morir en la ciudad postindustrial (Piedra Papel Libros. Jaén: 2016). 

Ha pasado un tiempo desde que leí el ensayo de Luis y la escucha del programa me ha refrescado algunos de los temas por los que me interesé tras haber leído el ensayo, uno de los que mejor me lo hicieron pasar en 2018. Urbanismo defensivo, gentrificación, clasemedianismo, obsesión securitaria... Son conceptos con los que no estaba demasiado familiarizado y que Luis sabe desarrollar a través de la pequeña colección de artículos que dan cuerpo a este pequeño ensayo, donde la trama reflexiva se urde a través de la experiencia vivencial de un paseante, a menudo errático, como el propio autor.

Son muchas las páginas dobladas para volver sobre ellas. Algunas anotaciones al margen me recuerdan que tengo que leer tal o cual artículo, ver una película determinada, buscar en internet un documental... Porque Barrionalismo es un libro que, al menos para mí, está contado de tal manera que te invita a seguir investigando, y esa es una de sus fortalezas. Algo que es difícil de conseguir y que el autor logra conteniendo mucho el relato, poniendo ejemplos sencillos y, sobre todo, dándonos la oportunidad de acercarnos al tema en cuestión con una narrativa desbrozada de artificio, precisa y divulgativa al mismo tiempo.

No os cuento más, si estáis interesados en los temas relacionados con el urbanismo, la sociología contemporánea o la historia de los movimientos sociales, os va a encantar.