domingo, 1 de septiembre de 2013

Peli de zombis


Antes, mucho antes de ahora, cuando era joven y valiente y la vida no apretaba como lo hace hoy, yo tenía tiempo para escribir. Y ya no solo para eso, sino también para leer y corregir. Mis amigos me llamaban escritor. Tenía tiempo, digo, y lo invertía en mi vida. Sé que todos mis problemas comenzaron cuando fui incapaz de comprender que el tiempo no era algo que se debiera invertir; porque si invertimos el tiempo ―así, como si fuera un valor de bolsa― éste nos acaba por invertir a nosotros mismos, nos da la vuelta.

Yo soy un ejemplo de lo que acabo de decir. Porque mi vida dejó de serlo. Ahora no es mía, pertenece a otros. Es del banco, al que he de pagar todos los meses la maldita hipoteca, las letras del coche, de la moto, la cuota del préstamo que pedimos para irnos de vacaciones y la tele de plasma que compramos a plazos. Es de mi jefe, al que he de enriquecer durante ocho horas, seis días a la semana. Es de mi mujer, que ha dejado de quererme y solo recupera la sonrisa cuando le llevo un trasto nuevo a casa. Es de mi psiquiatra, que me dice qué pastillas tengo que tomar para volver a ser quien soy (como si él o yo supiéramos dónde demonios se quedó aquel tipo).

Y es que llenamos nuestra vida de basura como sin darnos cuenta. Nos enterramos en vida. Yo, de hecho, ya no puedo desandar lo andado, no puedo dar marcha atrás. Estoy dentro de un pozo y cuando miro hacia arriba, ya no veo a nadie. Me quedé solo. A veces me imagino dentro de Casa tomada, el cuento de Julio Cortázar, y creo sentir la presencia de un intruso invisible que me estuviera echando poco a poco de mi propio hogar; porque ya no tengo espacio, vida propia. Es como si solo hubiera tiempo para tener más cosas, es decir, tiempo para hacerle un hueco a esa presencia invisible que nos arrincona progresivamente, en sigilo, y cuyo objetivo es desahuciarnos.

Ahora lo veo claro. Ya no leo. No escribo. No tengo tiempo para ser ni para estar, sino solo para comprar, para tener en suma, es decir, tiempo para sobrevivir como una ameba. Las cosas que poseo me han expulsado literalmente de mi vieja vida y ahora ya no sé dónde meterme. Me siento como un muerto en vida; una vida que parece una película de zombis, y de las malas.

 - Relato incluido en el número 1/10 del fanzine COTARRO.

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