domingo, 9 de diciembre de 2012

El incendio milenarista

Entre los libros que guardo de los sucesivos potlatch con Bernardo Munuera, de La manía de leer, hay uno que leí hace bastante tiempo y que merece un comentario breve. Creo que es el primero que intercambié con él. Luego vinieron otros: ensayos exquisitos como La cena de los notables, clásicos desconocidos como Kanikosen, el pesquero, y obras maestras de la ficción breve como De mecánica y alquimia, de Muñoz Rengel.


No es la primera vez que hablo de El incendio milenarista. Ya lo hice en transhistoria, un espacio aparentemente más adecuado para comentar este tipo de obras, pero ahora que repaso algunas anotaciones que tomé mientras leía, me doy cuenta de que merece que volvamos a hablar de él, en este caso aquí, en La banda de los 4, el blog de esta especie de secta unipersonal.

No sé si os pasó a vosotros, pero cuando estudiaba historia nunca me interesaban los personajes principales. Sí, la historia, tal y como es impartida en la educación primaria y secundaria, se parece mucho a la literatura, con sus protagonistas, su trama y los antagonistas malotes que siempre vienen a chafarlo todo... Por ejemplo, cuando en su día tocó el tema de la reforma protestante, nadie me habló de los anabaptistas ni de los artesanos a las ordenes de Thomas Müntzer, el acuñador, ni de la revuelta husita ni del movimiento de los flagelantes. Ningún profesor nos enseñó que fueron las guerras campesinas las que verdaderamente amenzaron el orden social vigente en la Europa del siglo XV y no las 95 tesis clavadas por Martin Lutero en las puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg. El destino del mundo parecía depender de los antojos sexuales de personajes como Enrique VIII, de los episodios místicos de Felipe II o de las ganas de comerse el mundo del avaricioso de Carlos V, el que se parece a Rajoy.

 Carlos V, de Fernando Checa

Leer El incendio milenarista nos ayuda, por tanto, a complejizar, algo que resulta imprescindible hoy en día, cuando la abulia, la pereza y el gusto por lo mal hecho, parecieran incuestionables. Su lectura nos ayuda a entener qué de medieval seguía teniendo lo que los historiadores llamaron luego la Edad Moderna. También nos permite intuir la correlación de fuerzas existente entre los distintos movimientos sociales de ese periodo histórico, sin duda tan liminar. En otras palabras, bucear en la historia de la heterodoxia nos aporta una mirada que posibilita entender el desarrollo de la gran historia de una forma más natural, sin necesidad de saber cómo se levantó el Emperador el día de la Batalla de Mühlberg.

En definitiva, una lectura recomendable, ya no solo para los historiadores que todavía se hagan preguntas, sino para los lectores curiosos a los que les gusten los personajes colectivos y las historias condenadas al fracaso.

3 comentarios:

  1. Posiblemente el crecimiento de uno, en edad y comprensión, es justamente este proceso de complejización que explicas. A medida que uno conoce descubre que no conoce, porqué los hechos eran mucho más complicados. Los factores y los actores eran más, muchos más.
    Si ahora no podemos (no sabemos) analizar bien este momento que vivimos y lo confiamos al futuro es justamente porqué sabemos que no sabemos, que nos falta conocimiento.
    Bueno pues nada, otro libro para leer que espero encontrar en alguna biblioteca pública, porqué mi presupuesto para libros ya es cero después de cinco meses en el paro.

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  2. Lluís, pásame tu dirección al mail y te lo envío a casa; se lo debo a Bernardo. El me lo regaló a mí y yo te lo paso a ti. No hay problema alguno y, de paso, nos damos un abrazo fuera de la virtualidad.

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  3. El milenarismo va a llegar!!!! :)

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