jueves, 26 de julio de 2012

No íbamos a ser menos


Dice Héctor Márquez en una reseña de los Diarios de Iñaki Uriarte publicada en Mercurio, que los escritores son máquinas de vanidad que dedican tanto tiempo y energía a garantizar su visibilidad que acaban apartándose de su función. Dejando a un lado eso de la función del escritor, pareciera desde luego que, como afirma Alfreso Velasco en su artículo Los fantasmas de la conciencia publicado en la revista Estudios, nos hubiéramos convertido en el débil reflejo de nuestra imagen pública, viviendo al cabo en un simulacro de realidad en el que pretendemos interactuar con otros. Quizá por ello los escritores, como el resto de los mortales de nuestro exiguo paraíso informacional, hayan sucumbido finalmente al espectáculo de la fama y la vanidad vacía, ya no tanto por su innegable condición ególatra, sino por el hecho de ansiar ser más hijos de su tiempo que nadie. No pensemos pues que el escritor será capaz de abstraerse de los padecimientos de su época. Este caso, por ejemplo, confirma esa regla. El problema, por tanto, del que Vázquez habla no es específico de los escritores, sino de todos aquellos que nacimos y crecimos en un contexto social determinado por la sobreabundancia de información y estímulos comunicacioles de cada vez mayor intradescencia. Ahora la pregunta es: ¿seremos capaces de hablar de todo esto en nuestra obras o es que ya no hace falta hablar de lo que ocurre, de aquello que nos preocupa, porque la literatura es otra cosa?

1 comentario:

  1. Pues la pregunta parece muy pertinente, porqué lo demás es obvio.
    En el medio de los blogs la presencia de esa parte ególatra y "propagandística" del autor es casi fascinante, y creo que nadie habla de ello a no ser que sea de forma muy marginal. Y sin embargo, ese sería el tema interesante.

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