domingo, 3 de junio de 2012

Saliendo de la bañera (el personaje empapado)


i

Tiene que salir de casa. El personaje tiene que salir de casa, dar una vuelta, respirar. Le puede la náusea. Entró en un artículo casi por casualidad y ahora sale con el cuerpo descompuesto, con la extraña sensación de que todo se le viene abajo. Frases que le golpean, que le agarran del cuello y le obligan a mirar de frente. ¿Qué sentido tiene todo esto? Vive en un mundo de muertos, de sueños tejidos hace mil años que ahora, sin embargo, se esfuman por el desagüe. La literatura ultrajada, torturada, como las jóvenes de las maquilas, enterrada en el desierto, ya casi podrida.

ii

El personaje regresa, ya no quiere volver al texto. Escribe por inercia. No sabe hacer otra cosa. La literatura, claro, esa construcción social... Parecía haberlo olvidado. Lo que queda fuera de la imaginación. Apenas le consuela encontrar entre los párrafos una mención al libro que le sirvió de pasaporte, más bien salvoconducto. Historias para encender hogueras, historias para alumbrar el fin definitivo de nuestros días. El ocaso de las mil y una certezas. Los jóvenes escritores enterrados bajo toneladas de basura, rezumando su abismática mediocridad. Platos recalentados, camareras de pelo teñido, palmaditas en la espalda... La imposibilidad de una carrera limpia, la trivialidad de todo esfuerzo, el espectáculo.

iii

Dos soluciones, quizás tres. El personaje echa la vista atrás, vuelve a los clásicos. Se dice: voy a tomar un libro, me lo pondré entre los dientes y cruzaré la selva con la certeza de que alguna vez tuvo sentido explorar lo ignoto (risas: ya no queda nada por descubrir). O el personaje plantado en seco, dándose vueltas, como aquel hombre del poema de Yolanda Ortiz. Solo preguntas, ni una sola respuesta, un lugar insoportablemente humano. Lo otro es la renuncia. Lo otro es decir basta y guardar silencio, no hacer más ruido. Lo otro es renegar. Quizás sea lo más valiente o lo más fácil, pero también es lo imposible, lo inaccesible desde este aquí, desde este ahora.

iv 

El personaje escribe con los dedos crispados. No tiene sentido. Es absurdo. Debiera reír a carcajadas tras el fútil esfuerzo de comprender... No lo consigue. No sabe si es la impostura, el personaje que asumió el personaje para darse la oportunidad de hacer algo de mérito. Qué triste su mascarada... Solo le salva lo irracional de su apostura, ese territorio imposible de dominar. Es su última baza. El personaje agacha la cabeza, pero no esta derrotado. Vuelve al papel en blanco. Lo vemos escribir; escribir entre las ruinas, escribir sin más pasado ni futuro que el que halló en las mentiras.     

5 comentarios:

  1. Que salgas duchado no conlleva ir desnudo desde ahora. La escritura nos viste y nos reviste. Pero sí, este artículo, por muy romántico que lo tilden algunos, me sigue pareciendo demoledor y quizás, un perfecto punto de partida.

    ResponderEliminar
  2. Me he imaginado tú voz mientras Li leua!

    ResponderEliminar
  3. Bueno Juan... El artículo es criminal, roba las ganas de leer, de escribir, de existir (si me apuras). Las referencias a El mal de Montano y Los detectives son estimulantes, como tu texto.
    Me gusta mucho tu lado más "La banda de los 4". Si puedes, publica más.

    ResponderEliminar
  4. 1. Efectivamente, un gran punto de partida, Bernar, por lo menos para volver a pensar en lo que hacemos, en lo que "malgastamos" nuestra vida. Gracias por pasarme el artículo.

    2. Si te imaginas mi voz, en este caso, será porque la conoces. Pero aquí, en ese texto, mi voz no es mi voz, sino la del personaje... Sin duda un tipo más apuesto, más valiente, mucho más consucuente... No soy yo.

    3. Gracia Roque. La banda y Nueva Gomorra son tus casas del sur. Espero que algún día me pases ese texto que tenemos pendiente; también se habla de Bernhart en el artículo.

    ResponderEliminar
  5. Creo que yo, saliendo del artículo también he quedado medio descompuesto. Pero enfin, nos hemos recuperado de cosas peores.

    ResponderEliminar