domingo, 5 de febrero de 2012

Misceláneas domingueras

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A tiempo para mi cita semanal con el Cifu; café, tostadas, ganas de trabajar... Tengo una montaña de apuntes de Antropología del Parentesco sobre la mesa y una calculadora afilada, lista para hincarle el diente a la bestia cuantitativista. Abominar de la estadística se está convirtiendo en un resorte absurdo. El jazz, menos mal, amansa a las fieras, les acaricia el lomo. Ya está bien... La Banda de los 4 está de siesta en la trinchera. A lo lejos suena el estallido del primer obús.

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Pelea entre comunistas e integrantes del Reichbanner, la milicia del SPD. Fuente.

¿Cuántas historias a medias? Pienso, por ejemplo, en la que apareció este verano como si fuera un niño que hubieran abandonado en la puerta de mi casa. Os hablo de una historia con la frente amplia de Otto Dix al fondo. Un transhistórico frontón. De nuevo la Alemania de entreguerras: pasar la madrugada estudiando la evolución de la guerra callejera entre las bandas paramilitares de los partidos políticos. Dejaremos las conclusiones, el resumen hecho ayer, para mi blog de historia, que algunos dicen que lo actualizo demasiado poco.

iii

También toca seguir destripando el primer número de la nueva revista Estudios, en cuyo consejo de redacción me han metido a pescozones, de manera inteligente, sí, pero ariconándome, aun de forma dulce. Si a un gato te lo llevas a una esquina y sin dejarle más salida te pones a contarle un cuento, qué hace, eh, qué es lo que hace... Pues dormirse como un niño chico. Por eso no me queda otra que abrir un nuevo frente (Operación Barbarroja: miles de nazis medio muertos deambulan desesperados por la calcinada estepa rusa).

iv

Gabriel Celaya contando un chiste

La poesía es un arma cargada de futuro. Eso era lo que decía Celaya, cuyo centenario celebramos este año. Lo he leído poco, desde luego; de su quinta he leído mucho más a Blas de Otero, aunque jamás prestaría alguno de sus libros. Sin embargo, hace poco he introducido en mi particular potlatch con Bernardo Munuera un libro que antologa lo mejor de la obra poética de Raymond Carver; hablo de Todos nosotros, nada más y nada menos que uno de los cinco libros que eligió Philip Rogina antes de abandonar a su mujer.

1 comentario:

  1. A veces también penso en Luis Celaya, a quién he leído poco (pero lo poco me ha parecido muy bueno). Hace unos años estudié algunas asignaturas de psicología, en dónde -como no- aparece la cosa de la metodología cunatitavista, qué pesadez. La aprobé como pude, a trancas y a barrancas. Y justamente hoy he decidido amansarme un poco con el jazz de John Scofield.

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