domingo, 27 de noviembre de 2011

La biblioteca en llamas

Antigua biblioteca de Sarajevo

Aquí está. Leo en un artículo de Susana Fortes algo que me obliga a subrayar. Habla de Graham Greene: «pero estoy segura de que no creía en más infierno que el que uno se busca para sí mismo». Sorprendente. En el verano de 2004, un verano que se me antojó eterno, pensé una y mil veces en los itinerarios que conducen a la perdición. El primero, la traición. El segundo, la imprudencia. El tercero, la cobardía. El cuarto, la lucidez. Una cosa me lleva a otra… Aquí está, el lugar de la memoria. Pienso en el camino, rememoro las palabras justas que jamás yo pronuncié, repaso los lugares de los que salí huyendo porque siempre fui un cobarde. El infierno puede ser una senda que nunca se transitó, o peor, una determinación fingida.

El verano de 2004... ¿Qué hice yo en el verano de 2004? Respondo con otra huida cualquiera: en el verano de 1992 sí sé lo que hice. Mientras España entera saludaba con sonrisa bobalicona la entrada del país en la modernidad por la puerta olímpica y la aviación serbia reducía a escombros la biblioteca de Sarajevo, yo me derretía sobre las obras completas de Elías Canetti. Pero lo anterior es lo importante. Me refiero al bombardeo de la noche del 26 de agosto de 1992. Precisamente allí, en medio de las ruinas, rodeado de barbarie, apenas unos días después, un joven escritor bosnio, sentado sobre un trozo de columna rota, se decía a sí mismo que aún había esperanza. Porque todavía era joven, sano, valiente y también a su manera terco; y aunque su país, su ciudad, incluso su hogar, habían sido arrasados por las bombas de la aviación enemiga, sabía que la suerte siempre aguarda al corredor de fondo.

Yo quise tener esa misma convicción. «Ya te llegará el momento», me decía yo también en aquel verano del 92, a veces ya cansado de esperar tanto. A miles de kilómetros, sin embargo, el joven escritor bosnio se puso en pie y se sacudió el polvo, sabiendo que saldría de la batalla indemne. «Hijo, no puedes estar aquí. Hay peligro de derrumbe», le había advertido poco antes un viejo militar con los ojos enrojecidos por el insomnio.

3 comentarios:

  1. El infierno nos lo trae la aviación enemigo o lo buscamos nosotros mismo, dentro de nuestra vida? A lo mejor es que hay dos tipos de infierno.
    Excelente final: no sabiendo si el joven escritor sale indemne o se le caen los escombros en la cabeza parece que todo es posible.

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  2. "En el verano de 2004, un verano que se me antojó eterno, pensé una y mil veces en los itinerarios que conducen a la perdición. El primero, la traición. El segundo, la imprudencia. El tercero, la cobardía. El cuarto, la lucidez." touché... buen golpe. El relato es magnífico.

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  3. Esta idea de que la lucidez nos puede llevar a la perdición, me parece turbadora e inquietante. De hecho,yo llevo un tiempo intuyendolo...Conozco a unos pocos, extremadamente lucidos que, en efecto, estan perdidos sin remedio.

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